martes, 3 de febrero de 2009

Engordando para el día de la Matanza


Mucho se habla de cambios climáticos y de crisis económicas pasajeras... pero no son tales sino plagas divinas. Pues el fin dramático de esta era se cierne sobre nosotros. Hay quien mete su cabeza en un hoyo para no reconocerlo, pero es así. Esto debe ser dicho clara e inequívocamente para que cada persona de este mundo se entere. No es posible abortar a millones de fetos humanos, destruir la familia tradicional cristiana, blasfemar y calumniar a la Iglesia de Cristo y burlarse de las leyes divinas, sin que se coseche el fruto de lo que se ha sembrado. En nuestros días, los gobiernos y ciudadanos de las naciones están sembrando "muerte", por consiguiente, cosechan "plagas divinas".

«El Señor, Dios de Israel, me dijo: mira esta copa llena del vino de mi Ira. Tómala y dásela a beber a todas las naciones a las que Yo te envíe. Beberán de ella, y se turbarán y enloquecerán al ver la espada que Yo desenvainaré contra ellas». (Jer. 25,15-16)

La Historia es la confluencia de dos voluntades libres: la de Dios y la del hombre. Dios indica aquello que es recto para el hombre, entonces el hombre opta por hacer el bien o el mal, Dios responde bendiciéndole o maldiciéndole. La relación de Dios con su Pueblo se ha establecido siempre por medio de lo que se llama una “Alianza”. Una de las primeras fue la Alianza de Dios con Abraham: a cambio de tener fe en Dios, el Señor prometió a Abraham una tierra fértil y una descendencia innumerable. Cuando los israelitas estaban por el desierto habían roto su parte de la Alianza, pues habían perdido la fe y habían tomado ídolos falsos. Fue entonces cuando el Señor hizo otra alianza con Moisés (llamada “Antigua Alianza”). Dios concedió, escrita, al pueblo de Israel la Ley y les dijo: “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi Pueblo”, a cambio ellos debían cumplir la Ley. Pero Israel se burló y maltrató a los profetas enviados por Dios para reprender a los príncipes judíos , y finalmente envió a Su Hijo con la esperanza que a Él sí le escucharan y respetaran. No lo hicieron. Cristo, ante la obstinación de Israel, estableció un "Nuevo Israel" (la Iglesia Católica) sobre la que derramó el Espíritu Santo, y con ello se inició la "Nueva Alianza" en la que el Evangelio está grabada en los corazones de los hombres.

Hoy vilipendian la Nueva Alianza, la persiguen, la derriban, escupen encima de ella, la pisotean... machacan sus despojos. Mientras Dios calla esperando su Día. ¿ Pero cómo puede haber personas inteligentes pensando que la Creación y la Salvación puedan ser subvertidas alegremente por el hombre sin que Dios intervenga para impedirlo ?.

«Esto dice el Señor: Mira, ya se acerca el fin, y va a venir desgracia tras desgracia; he aquí que el fin ya llega. Se acerca el día del exterminio de los que habitan esta tierra. Entonces se acabará la alegría en las montañas... ¡Aquí está el día!, ¡Ya llega la destrucción! . La maldad triunfa por todas partes y es mucha la insolencia. Pero ellos no lograrán nada con sus riquezas y su griterío. (Eze. 7,5- 7,10).

Aún así, algunos piensan: «¿Y si aparecen 'Obamas' capaces de traer estabilidad al mundo?, ¿y si los políticos llegan a acuerdos y la tensiones internacionales finalizan?, ¿y si los sistemas financieros se recuperan?, ¿y si todos los parados obtienen un puesto de trabajo digno?, ¿y si se llega a un verdadero año de paz y prosperidad en las naciones?». No sirve de nada, esa falsa paz y prosperidad es el verdadero problema. Porque no hay mayor guerra que destruir a los inocentes en el seno de sus madres, y no hay mayor pobreza que la espiritual provocada por esa perversa "ingeniería social" de los enemigos de Cristo. Y a eso se dedican los políticos laicistas de nuestras naciones. A diseñar una sociedad sin Dios, sin Iglesia Católica y sin vestigio de cuanto sagrado hay sobre la faz de la tierra. ¡Estos políticos se dedican a diseñar el Reino de Satanás sobre este mundo!. Multitud de hombres y demonios forman hoy una maldita sociedad simbolizada por "una serpiente" cuya cabeza será pronto machacada por el pie de la Mujer. Pues sí, una era de auténtica Paz está a punto de llegar, pero no antes que la era actual sea reducida a cenizas. Dramáticamente aprenderemos que la Paz auténtica no la diseñan los hombres sino que es patrimonio de Cristo, en nombre de la Santísima Trinidad, y es dispensada a través de la Santa Iglesia Católica. Allí tendrán que acudir a buscarla todas las naciones supervivientes, grandes y pequeñas, poderosas y miserables, laicas e imperiales, islamistas, y, también, al final, Israel.

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