jueves, 13 de agosto de 2009

La fe por encima de la ciencia


* ¿ Qué tipo de conocimiento es la fe ?

En el léxico vulgar, suele utilizarse la palabra "fe" con dos significados erróneos de lo que verdaderamente la fe es: (a) un simple opinar (yo creo que....) (b) una posibilidad de conocer (yo tengo por verdadero que...). En cualquiera de esos casos la fe queda degradada a una especie de "conjetura", a medio camino entre la sospecha y el conocimiento exacto y bien fundado.

La fe, por el contrario, es una certeza. Hay dos formas de tener un conocimiento perfecto, es decir, de tener certeza sobre algo: por la ciencia y por la fe. Por la ciencia –conocimiento cierto sobre algo– el hombre conoce, ya no precisa indagación ulterior (pues se supone ya realizada a través del estudio, investigación,...), es cuando se ha llegado a un saber perfecto. Cuando la indagación es imperfecta (porque se ha realizado insuficientemente, o incorrectamente, ...) se pueden dar tres tipos de saberes: la opinión, la sospecha y la duda.

La opinión es un saber imperfecto, aunque no tanto como los otros dos. En la opinión no se ha realizado una indagación perfecta, y sin embargo, se da preferencia a alguna de las posibilidades, porque se descubre algún indicio objetivo, aunque la opción bien pudiera ser errónea. En la sospecha o conjetura tampoco la indagación ha finalizado, al igual que en la opinión, hay una alternativa que se considera más probable por ciertos indicios, pero, a diferencia de la opinión, tales indicios son subjetivos y de tipo tendenciosa o pasional. La certeza de la sospecha, es, por tanto, más imperfecta que la de la opinión. Pero aún más imperfecta es la de la duda, en ella la indagación no se ha concluido, y, ante varias posibilidades de lo que sea verdad, simplemente no se da preferencia a ninguna.

* La fe y la certeza.

La fe coincide con la ciencia en la certeza, pues ambos son saberes perfectos, pero la certeza de la fe no procede de la clara visión del objeto intelectual, tal como en el saber científico, sino de la presión que ejerce la voluntad, movida por la gracia de Dios, sobre el entendimiento. De paso, recordemos aquí aquella máxima aristotélica que "el entendimiento no yerra nunca", pues, encierra en sí mismo la necesidad de certeza.

La certeza de la fe es perfecta, e incluso por su origen es mayor que la de la ciencia. Claro que la indagación propia de la fe nunca es perfecta, sin embargo se llega a un conocimiento perfecto porque éste no se obtiene de la propia percepción, sino de una acto de la voluntad realizado por la moción divina de la gracia. En cambio, la certeza o el asentimiento es perfecto. Incluso la certeza de la fe es más plena y firme que cualquier otra certeza natural.

Si en la fe se puede dar la llamada "duda de fe", es por defecto del hombre, pero no es duda en la fe misma, en realidad, es una tentación y debe tratarse como todas las tentaciones. Lo que dice la fe es más cierto que todo lo que la razón humana puede alcanzar con cualquier certeza científica. Santo Tomás lo explica con la siguiente comparación: «Como uno de poca ciencia está más cierto de lo que oye a un sabio que de lo que juzga él mismo con su propia razón, con mayor motivo el hombre está más cierto de lo que oye de Dios, que no puede engañarse, que de lo que percibe con su propia razón, que puede engañarse».

* La fe es necesaria para el conocimiento de la Verdad.

El objeto de la fe, de forma opuesta al de la ciencia, es una verdad no visible directamente por los sentidos del hombre, y por tanto, no se fundamenta en la indagación. O sea, que la fe no es fruto de la razón, sin embargo, tampoco va contra ella, sino que colabora con ella –es "cum ratione" según sto. Tomás–. Así se dice que «la credibilidad de los misterios asegura el carácter razonable de ellos". Se entiende por credibilidad el hecho o señal que hacen del misterio algo digno de ser creído. Pero la credibilidad no obliga a creer, pues no muestra la evidencia del misterio, sino sólo su plausibilidad o la seriedad del testigo que lo propone. La credibilidad se opone a la credulidad (creer algo con escaso fundamento).

Al hombre le es necesario aceptar por la fe no sólo lo que rebasa la razón natural ¡sino también cosas que podemos conocer por ella !. (NOTA: Este punto, desarrollado magistralmente por sto. Tomás –Summa Theologia II, Q.2, A.4 –, es posteriormente citado en el Concilio Vaticano I). Esto es así por tres motivos: 1º. Para llegar más rápidamente al conocimiento de la verdad divina; la ciencia puede probar la existencia de Dios y otras cosas relativas a él, pero es el último objeto de conocimiento pues precisa de muchas ciencias, entonces a tal conocimiento sólo llegaría el hombre tras un largo periodo de su vida. 2º. Para que el conocimiento de Dios llegue a más personas, pues evidentemente algunos hombres no podrían llegar por sí mismos al conocimiento de Dios, por cortedad, por ocupaciones, o por torpeza en aprender, etc. 3º. Por motivos de certeza; pues la razón humana es muy deficiente en los cosas divinas, prueba de ello es que los filósofos, investigando con la razón, incurrieron en muchos errores. Por tanto, para que los hombres tuvieran un conocimiento cierto y seguro sobre Dios, fue muy conveniente que les llegaran las verdades divinas a través de la fe, como verdades dichas por Dios, quien es absolutamente veraz.

El hombre no puede acometer la vida sólo con ayuda de la razón (racionalismo), ni tampoco con la sola ayuda de la fe (fideísmo), estas posturas son vicios opuestos. La virtud de la fe se basa –como toda virtud– en el término medio: la fe apoyada en la razón, es decir, creer para poder comprender.

* ¿ De dónde surge la increencia general de hoy día?.

Tres son los vicios principales que anidan en el hombre postmoderno y que son causa de la increencia: 1. La ignorancia o ausencia total de instrucción religiosa. 2. El orgullo y la soberbia. 3. La corrupción de corazón.

Aquí trataremos sólo del primero. La mayoría de la personas hoy se jactan de tener varios títulos académicos, doctorados, masters, de hablar varias lenguas extranjeras, de tener conocimientos de economía, de política, de informática y de otras tecnologías, etc. ... sin embargo, sus conocimientos de religión son inferiores a los de un niño que ha ido un mes al Catecismo. Y si se ignoran los dogmas con las pruebas que demuestran su verdad, cuando todo el esfuerzo mental se encauza a cosas frívolas y dañosas ¿qué de extraño hay en que falte la fe?. Muchos de estas personas se vanaglorian de ser incrédulos, cuando lo que son es ignorantes en grado sumo. En el fondo, los títulos académicos, los doctorados, la sabiduría que creen poseer es basura si los conocimientos religiosos están ausentes en ellos. Es como construir una casa sobre barro. Algunos pensarán: entre los incrédulos se encuentran también grandes científicos. Nadie lo niega, pero si estos tienen cultura en sus disciplinas, no la tienen en materia de Religión, en realidad son grandes ignorantes también, por mucho que les hayan concedido el premio Príncipe de Asturias o el premio Nobel. Realmente el gran drama de nuestra civilización no es la crisis económica, el cambio climático, la pobreza, ... el drama de la humanidad es la ignorancia en materia de Religión Católica.

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