miércoles, 11 de noviembre de 2009
La Tierra está en el centro del Universo
La Tierra está en el centro del Universo
A muchos les sorprenderá la osadía de esta afirmación, pero los datos obtenidos por telescopios como el Hubble, sondas espaciales y otros experimentos de gran precisión que se vienen realizando desde el año 1990, así lo indican. La Tierra se halla en el centro de gravedad del universo, y lógicamente está inmóvil, pero, ha sido fabricado el paradigma intocable del heliocentrismo, el dogma oficial de la Ilustración, un engaño sistemático sostenido posteriormente por el naturalismo y el neo-positivismo en los siglos XVIII y XIX, por el círculo de Viena ya a principios del XX, así como por el neo-marxismo, el liberalismo, la masonería, el sionismo y toda la pléyade de ateísmos que se han extendido por el mundo durante el siglo XX. Un edificio demasiado ciclópeo como para ser derribado en un día. Para colmo, este engaño se presenta como una 'liberación' del hombre, o como una lucha entre David y Goliat, en el que el pequeño y débil (Galileo, Einstein,...) derriban al poderoso enemigo (la Iglesia católica), en una visión que las mentalidades inmaduras de los jóvenes son muy propensas a aceptar sin discusión. Algo muy distinto se revela cuando se analizan los datos históricos detenida y científicamente.
En los últimos quinientos años ha habido, en la historia de la ciencia, tres grandes intentos de lograr el viejo sueño del hombre mundano, a saber, liberarse de la 'tiranía' de Dios. El primero fue el heliocentrismo de Copérnico, el segundo la evolución de Darwin, y el tercero la relatividad de Einstein. Mientras el evolucionismo darwinista presume de mostrar que el hombre no es una especie privilegiada, el heliocentrismo presume de no estar situado el hombre en un lugar privilegiado. Estos son los pilares en que se fundamenta la visión del hombre moderno de nuestros días: un individuo de una especie surgida por azar, que se encuentra en un planeta perdido en el cosmos, con ninguna razón sobre su existencia más allá de las estrellas de las que cree haber evolucionado. Y además todo es relativo, incluida la moral, nada es absoluto. Cualquier científico moderno conocía intuitivamente que las tres hipótesis son inmediatamente falsadas si se encontrara a nuestro planeta Tierra inmóvil en el preciso centro del universo.
Haciendo un repaso histórico, comenzando en la época de Galileo, en 1610-1630, coexistían tres modelos para interpretar los movimientos celestes: (a) el sistema de Ptolomeo, en que la Tierra se suponía inmóvil y el resto de astros girando en torno a ella a través de epiciclos; (b) el sistema de Copérnico con el Sol inmóvil y los astros girando en torno a él a través de círculos; (c) el sistema de Tycho con la Tierra inmóvil, la Luna y el Sol girando en torno a ella, y el resto de planetas girando en torno al Sol a través de círculos. Cada sistema tenía sus ventajas y sus inconvenientes, por ejemplo, el sistema de Copérnico, además de una mayor armonía, en aquella época, podía dar una buena explicación del movimiento retrogrado de los planetas, sin embargo no podía precisar los movimientos planetarios. Si podemos hablar así, el más avanzado resultaba ser el de Tycho, pues, gracias a los innumerables observaciones que este astrónomo había realizado, las distancias estaban muy bien calculadas. Después, como es bien sabido, Johannes Kepler heredó los cálculos de Tycho, con los cuales llegó a determinar sus "reglas" planetarias que al final servirían a Isaac Newton a establecer con precisión las leyes matemáticas de la mecánica celeste. Lo que no dicen las biografías de Kepler es que éste 'astrónomo' (en realidad, era aficionado al ocultismo, adivinación, esoterismo...) trabajó con estos datos muy a la ligera. Primero, desoyó las palabras de su mentor Tycho Brahe, quien le había aconsejado no abandonar el geocentrismo. Kepler, por contra, adoptó el heliocentrismo e hizo, lo que él consideró, unas modificaciones precisas al sistema copernicano, o sea, estableció elipses para las órbitas planetarias, en lugar de círculos. Con estas modificaciones todos los datos astronómicos de Tycho cuadraban, lo que quizás desconocía Kepler es que haciendo modificaciones similares en el sistema Tychonico, los datos del propio Tycho cuadraban también. El asunto es que Newton aceptó sin discusión el sistema de Copérnico modificado con las elipses, el sol en un foco, y la ley de las áreas... y así la Ciencia comenzó su alocada carrera hacia la locura. «O Dios existe o estamos (los científicos) todos locos», según la frase atribuida a Einstein, pues bien, las dos premisas son ciertas, Dios sí existe, y la ciencia moderna es conducida por los científicos como Einstein, Hawking, ... a la locura absoluta.
Y es que ahora sabemos con certeza que la Tierra se halla en el preciso centro de gravedad del universo, y está inmóvil, sin movimiento de traslación en torno al sol, ni tampoco girando sobre el eje Norte-Sur, es el firmamento entero (éter + cuerpos celestes) los que realizan los giros acompasados alrededor de la Tierra, tal como fue mantenido por la Iglesia durante siglos. A muchos físicos la Relatividad y demás teorías físico-matemáticas nos sedujeron cuando éramos jóvenes, sin embargo, no fuimos conscientes del engaño y perversidad que se ocultaban dentro de la mayoría de ellas. Porque han sido confeccionadas con el intencionado objetivo de erosionar la verdad perenne sostenida por la Iglesia. También ha habido catedráticos y doctores de Física que hace tiempo descubrieron por sí mismos este engaño, o quizás tuvieron fuertes sospechas, sin embargo optaron por callar, al tener miedo a perder sus cátedras universitarias. Este silencio, que ha durado unos cuatro siglos, felizmente ha llegado ya a su fin, porque un teólogo católico se ha levantado y ha clamado la verdad. Me estoy refiriendo a Robert A. Sungenis Ph. D., que es presidente de la CAI (Catholic Apologetics Internacional Publishing), quien ha tenido la entereza de escribir, en colaboración del físico Robert Bennett, la exhaustiva obra de “Galileo Was Wrong, The Church Was Right”). Esta monumental obra puede adquirirse en la web de la CAI, siguiendo el link de arriba.
Se cuenta que Tycho Brahe ideó una prueba definitiva para establecer si es la Tierra o el Sol lo que se mueve: el paralaje estelar. Si se moviera la Tierra, al hacer dos observaciones de una estrella cercana, un determinado día y seis meses después, se la hallaría desplazada frente a las estrellas más lejanas. En aquella época no había la tecnología apropiada para hacer la comprobación, pero finalmente en 1838 fue Frederich Bessel quien encontró el esperado desplazamiento en la estrella 61-Cygn, lo cual fue considerado una prueba "definitiva" del heliocentrismo. Todavía hoy algunos lo consideran así, sin embargo el paralaje estelar no es una prueba a favor del heliocentrismo, porque Tycho Brahe consideraba el conjunto total de estrellas centradas en el sol, por contra el geocentrismo actual considera a las estrellas centradas en la tierra (sistema de Tycho modificado). Este sistema también explica perfectamente el movimiento retrogrado de los planetas, las fases de Venus, las estaciones, el péndulo de Foucault ... y cuantas "pruebas" aseguran tener los heliocentristas. Desde el año 2002 la CAI Publishing, a través de Robert Sungenis, otorga un premio de mil dólares a quien presente una prueba definitiva a favor del heliocentrismo. En ocho años nadie lo ha podido hacer, ni lo podrá... sencillamente porque no la hay.
Al analizar la radiación de fondo de microondas (CMB) se han hallado anomalías que contradicen el paradigma Big-Bang-Relatividad. Por ejemplo, en 2001 se lanzó al espacio la sonda WMAP que mapeó con precisión la radiación CMB, cuando se analizaron los datos se hallaron grandes sorpresas: a) Los datos no concuerdan con el Big-Bang, por contra, indican un universo más bien pequeño; b) Al parecer hay que descartar definitivamente la "inflación" (hipótesis de Guth y Linde); c) Los datos apuntan que nos encontramos en un marco privilegiado (ellos evitaron mencionar el tabú "centro del universo"). Y lo más sorprendente de todo, d) la forma más lógica del universo es la esférica, y en ella, al considerar los dos hemisferios más diferentes entre sí, resultaron ser ¡aquellos que están por encima y por debajo de la eclíptica!. Y además, dentro de este plano eclíptico, sorprendentemente ¡se aproxima al eje de los equinoccios!. En una palabra, la radiación CMB del cosmos es geocéntrica. A todo esto habría que añadir que la distribución de los quasares sólo tiene una explicación lógica, el geocentrismo (están situados en 57 bandas esféricas centradas en la Tierra). Pero no sólo los quasares, también la distribución de otros objetos celestes lejanos, como los Rayos X bursts, los BL Lacertae, e incluso las galaxias, tienen su explicación más lógica en el geocentrismo ("Los redshifts de las galaxias están agrupados y no concuerdan con la teoría del Big Bang, pues implican bandas concéntricas expandiéndose desde un punto central, la Tierra" – «Sky & Telescope, Agosto 1992»). A un nivel más local, más de mil estrellas binarias presentan su punto periastro más lejano que su apoastro, lo cual significa que el eje del sistema está apuntando hacia la tierra.
Y para qué continuar, aunque hoy tenemos un abrumador número de evidencias soportando el geocentrismo, la ciencia moderna -movida hoy por oscuros intereses- no reconocerá que la relatividad de Einstein fue precisamente inventada, y después sistemáticamente parcheada, para contrarrestar las docenas de experimentos llevados entre los años 1800 y 1900, que claramente demostraban que la tierra permanecía inmóvil en el espacio.
jueves, 13 de agosto de 2009
La fe por encima de la ciencia
* ¿ Qué tipo de conocimiento es la fe ?
En el léxico vulgar, suele utilizarse la palabra "fe" con dos significados erróneos de lo que verdaderamente la fe es: (a) un simple opinar (yo creo que....) (b) una posibilidad de conocer (yo tengo por verdadero que...). En cualquiera de esos casos la fe queda degradada a una especie de "conjetura", a medio camino entre la sospecha y el conocimiento exacto y bien fundado.
La fe, por el contrario, es una certeza. Hay dos formas de tener un conocimiento perfecto, es decir, de tener certeza sobre algo: por la ciencia y por la fe. Por la ciencia –conocimiento cierto sobre algo– el hombre conoce, ya no precisa indagación ulterior (pues se supone ya realizada a través del estudio, investigación,...), es cuando se ha llegado a un saber perfecto. Cuando la indagación es imperfecta (porque se ha realizado insuficientemente, o incorrectamente, ...) se pueden dar tres tipos de saberes: la opinión, la sospecha y la duda.
La opinión es un saber imperfecto, aunque no tanto como los otros dos. En la opinión no se ha realizado una indagación perfecta, y sin embargo, se da preferencia a alguna de las posibilidades, porque se descubre algún indicio objetivo, aunque la opción bien pudiera ser errónea. En la sospecha o conjetura tampoco la indagación ha finalizado, al igual que en la opinión, hay una alternativa que se considera más probable por ciertos indicios, pero, a diferencia de la opinión, tales indicios son subjetivos y de tipo tendenciosa o pasional. La certeza de la sospecha, es, por tanto, más imperfecta que la de la opinión. Pero aún más imperfecta es la de la duda, en ella la indagación no se ha concluido, y, ante varias posibilidades de lo que sea verdad, simplemente no se da preferencia a ninguna.
* La fe y la certeza.
La fe coincide con la ciencia en la certeza, pues ambos son saberes perfectos, pero la certeza de la fe no procede de la clara visión del objeto intelectual, tal como en el saber científico, sino de la presión que ejerce la voluntad, movida por la gracia de Dios, sobre el entendimiento. De paso, recordemos aquí aquella máxima aristotélica que "el entendimiento no yerra nunca", pues, encierra en sí mismo la necesidad de certeza.
La certeza de la fe es perfecta, e incluso por su origen es mayor que la de la ciencia. Claro que la indagación propia de la fe nunca es perfecta, sin embargo se llega a un conocimiento perfecto porque éste no se obtiene de la propia percepción, sino de una acto de la voluntad realizado por la moción divina de la gracia. En cambio, la certeza o el asentimiento es perfecto. Incluso la certeza de la fe es más plena y firme que cualquier otra certeza natural.
Si en la fe se puede dar la llamada "duda de fe", es por defecto del hombre, pero no es duda en la fe misma, en realidad, es una tentación y debe tratarse como todas las tentaciones. Lo que dice la fe es más cierto que todo lo que la razón humana puede alcanzar con cualquier certeza científica. Santo Tomás lo explica con la siguiente comparación: «Como uno de poca ciencia está más cierto de lo que oye a un sabio que de lo que juzga él mismo con su propia razón, con mayor motivo el hombre está más cierto de lo que oye de Dios, que no puede engañarse, que de lo que percibe con su propia razón, que puede engañarse».
* La fe es necesaria para el conocimiento de la Verdad.
El objeto de la fe, de forma opuesta al de la ciencia, es una verdad no visible directamente por los sentidos del hombre, y por tanto, no se fundamenta en la indagación. O sea, que la fe no es fruto de la razón, sin embargo, tampoco va contra ella, sino que colabora con ella –es "cum ratione" según sto. Tomás–. Así se dice que «la credibilidad de los misterios asegura el carácter razonable de ellos". Se entiende por credibilidad el hecho o señal que hacen del misterio algo digno de ser creído. Pero la credibilidad no obliga a creer, pues no muestra la evidencia del misterio, sino sólo su plausibilidad o la seriedad del testigo que lo propone. La credibilidad se opone a la credulidad (creer algo con escaso fundamento).
Al hombre le es necesario aceptar por la fe no sólo lo que rebasa la razón natural ¡sino también cosas que podemos conocer por ella !. (NOTA: Este punto, desarrollado magistralmente por sto. Tomás –Summa Theologia II, Q.2, A.4 –, es posteriormente citado en el Concilio Vaticano I). Esto es así por tres motivos: 1º. Para llegar más rápidamente al conocimiento de la verdad divina; la ciencia puede probar la existencia de Dios y otras cosas relativas a él, pero es el último objeto de conocimiento pues precisa de muchas ciencias, entonces a tal conocimiento sólo llegaría el hombre tras un largo periodo de su vida. 2º. Para que el conocimiento de Dios llegue a más personas, pues evidentemente algunos hombres no podrían llegar por sí mismos al conocimiento de Dios, por cortedad, por ocupaciones, o por torpeza en aprender, etc. 3º. Por motivos de certeza; pues la razón humana es muy deficiente en los cosas divinas, prueba de ello es que los filósofos, investigando con la razón, incurrieron en muchos errores. Por tanto, para que los hombres tuvieran un conocimiento cierto y seguro sobre Dios, fue muy conveniente que les llegaran las verdades divinas a través de la fe, como verdades dichas por Dios, quien es absolutamente veraz.
El hombre no puede acometer la vida sólo con ayuda de la razón (racionalismo), ni tampoco con la sola ayuda de la fe (fideísmo), estas posturas son vicios opuestos. La virtud de la fe se basa –como toda virtud– en el término medio: la fe apoyada en la razón, es decir, creer para poder comprender.
* ¿ De dónde surge la increencia general de hoy día?.
Tres son los vicios principales que anidan en el hombre postmoderno y que son causa de la increencia: 1. La ignorancia o ausencia total de instrucción religiosa. 2. El orgullo y la soberbia. 3. La corrupción de corazón.
Aquí trataremos sólo del primero. La mayoría de la personas hoy se jactan de tener varios títulos académicos, doctorados, masters, de hablar varias lenguas extranjeras, de tener conocimientos de economía, de política, de informática y de otras tecnologías, etc. ... sin embargo, sus conocimientos de religión son inferiores a los de un niño que ha ido un mes al Catecismo. Y si se ignoran los dogmas con las pruebas que demuestran su verdad, cuando todo el esfuerzo mental se encauza a cosas frívolas y dañosas ¿qué de extraño hay en que falte la fe?. Muchos de estas personas se vanaglorian de ser incrédulos, cuando lo que son es ignorantes en grado sumo. En el fondo, los títulos académicos, los doctorados, la sabiduría que creen poseer es basura si los conocimientos religiosos están ausentes en ellos. Es como construir una casa sobre barro. Algunos pensarán: entre los incrédulos se encuentran también grandes científicos. Nadie lo niega, pero si estos tienen cultura en sus disciplinas, no la tienen en materia de Religión, en realidad son grandes ignorantes también, por mucho que les hayan concedido el premio Príncipe de Asturias o el premio Nobel. Realmente el gran drama de nuestra civilización no es la crisis económica, el cambio climático, la pobreza, ... el drama de la humanidad es la ignorancia en materia de Religión Católica.
lunes, 13 de julio de 2009
Desentrañando la Revolución
El significado de la palabra 'revolución' es: 1º) dar un giro completo hasta voltear algo que se hallaba en orden, y 2º) colocar en su lugar otra realidad que es la opuesta a la que había con anterioridad, es decir, establecer el desorden.
¿Qué es lo que busca subvertir esta Revolución de nuestro tiempo?. El Reino de Cristo, es decir, la Cristiandad, que con grandísimo esfuerzo se había logrado establecer en Europa occidental e Hispanoamérica entre el final de la Edad Media y principios de la era Moderna.
La esencia de la Revolución es dar vuelta y devastar la Iglesia de Cristo, y posteriormente instituir en su lugar la sinagoga de Satanás (el reino del anticristo). Ya en el siglo XIX se utilizó la palabra 'Revolución', que fue definida por los católicos "ultramontanos" como «una conjura anticristiana», o también como «una conspiración contra la Iglesia de Cristo». Aunque hoy los progresistas emplean peyorativamente la palabra "ultramontano", como significando integrismo católico, ultramontano realmente significa "más allá de las montañas (los Alpes)", refiriéndose a la Iglesia de Roma, pues en aquel tiempo los católicos fieles al Papa y a Roma hubieron de combatir a la herejía nacionalista del "Galicanismo", la cual pretendía separar la Iglesia francesa de la autoridad del Papa. El Galicanismo se extendió por varias naciones de Europa, y por tanto, los "católicos ultramontanos", es decir, los fieles a la Iglesia de Roma, tuvieron que combatir duramente contra el Liberalismo –su principal valedor–, que era hijo de la Ilustración y de la Revolución Francesa, así como la expresión más clara de la Revolución en aquel tiempo.
Los agentes de la Revolución son generalmente fuerzas que sirven al Diablo, destacando entre ellas dos que tienen un odio especial a la Iglesia: El Judaísmo –entendido como religión y no como raza– y la Francmasonería. Estos agentes no sólo actúan alterando el orden social, sino que con inaudita astucia lo hacen también en el interior del hombre, aliándose para ello con las malas tendencias del alma humana. Ellos ridiculizando las virtudes, y en cambio, estimulando los vicios humanos con el fin de exacerbarlos, encaminándolos hacia sus perversos fines revolucionarios. Muy bien lo pueden hacer, pues desde hace tiempo dominan los medios de comunicación y los partidos políticos. Especialmente trabajan para agigantar el orgullo y la sensualidad humana.
El orgullo es el vicio que se opone a la humildad. Socialmente el orgullo es la revuelta contra la jerarquía. Es la revuelta contra la armonía de la sociedad entera, al conducir a no aceptar a ningún superior de uno mismo. Incluso es algo todavía peor, es llegar un grado metafísico de odio, mediante la reafirmación de que la superioridad y jerarquía son malas per se. Es el principio perverso del Igualitarismo. Por su parte, la sensualidad es el vicio que se opone a la templanza. En el ámbito social supone derribar las reglas que gobiernan la sociedad –tanto reglas morales como normas disciplinarias. Se inculcan dos niveles de odio, primeramente la persona es inducida a odiar el someterse a un conjunto de normas justas –pues así no puede hacer las cosas malas que desea; y en un segundo nivel de odio se llega a rechazar cualquier tipo de regla y de norma, para alegremente proclamar la "Libertad" como un valor absoluto.
Astutamente, estos agentes de la Revolución se han servido del Protestantismo, del Liberalismo, del Marxismo y de otras sectas, para comenzar a instaurar –ya está aquí– el Reino de Satanás. La estructura de la Cristiandad medieval se basaba en tres clases: El clero (jerarquía de la Iglesia), la nobleza (jerarquía del Estado) y la clase plebeya (jerarquía de las sociedades intermedias). El protestantismo atacó a la primera, al clero, después la Revolución francesa fue la encargada de atacar a la nobleza. La última en ser atacada fue la clase plebeya, que tenía su propia jerarquía interna y estaba armónicamente configurada por la burguesía y el pueblo. Para ello la Revolución utilizó al Comunismo, que se encargó de destruir la diferencia que había entre la burguesía y el proletariado. El Comunismo se encargó también de derribar la moral, a la que consideraba peyorativamente "ser un subproducto burgués", y por tanto, digno de ser destruido. En el ámbito religioso-teológico el Liberalismo y el Protestantismo ya habían eliminado del pensamiento humano toda idea de lo sobrenatural, y el Comunismo (en su disfraz de progresismo y modernismo) se encargó de aniquilar todo atisbo de lo sagrado. Destruido el orden jerárquico de la sociedad, adulterada la filosofía-teología que ayudaba al hombre a pensar, y, profanada el código moral de leyes que permitían al hombre tener un buen comportamiento en la sociedad, el Cristianismo fue satánicamente conducido a la ruina.
En la década de 1960 el trabajo principal de la Revolución estaba ya hecho, apenas quedaba algo del Reino de Cristo. Bueno, quizás aún quedaba un pequeño reflejo de la existencia de un pasado sano, honrado y santo. Eran las buenas costumbres y tradiciones enraizadas en lo más hondo de las personas, de los familias, de las naciones cristianas. Por ejemplo, todavía estaban los buenos modales: el vestir con distinción y elegancia, la buena educación, la cortesía en el hablar, y el tener una buena conducta social. Este nuevo ataque llegó en el Mayo de 1968, lo que representó un cambio en el ser del hombre, arrebatándole la cortesía, la dignidad y la pureza. Substituyéndolas por una desenfreno de vulgaridad, mal gusto, costumbres soeces e inmorales. Esta revolución en las costumbres humanas estuvo acompañada del derrocamiento definitivo de cualquier forma de norma y de autoridad. Es famoso uno de sus eslóganes, "Prohibido prohibir", es decir, fuera la autoridad, fuera las leyes. Así la Revolución conducía a la sociedad hacia la anarquía absoluta, ante la alegría de Satanás y de todo el Infierno.
Asimismo, se expandieron por el mundo nuevas ideas, una nueva "filosofía", una nueva "estética", "arte", "música", "moral", "historia"... (deberíamos llamarlos presuntas, pues no son tales), en definitiva, un nuevo concepto de hombre y de sociedad que se llama Estructuralismo. Según el cual, un hombre ya no debe clamar por su propios y genuinos pensamientos, deseos y sentimientos, sino que, de ahora en adelante, debe compartir el pensamiento colectivo, o deseo, sentimientos, etc., de la unidad social elemental a la que pertenece. Uno debe pensar, desear, sentir, opinar, ... lo que los grupos tribales piensan, desean, sienten y opinan, ya sean estos, bandas, partidos políticos, o pequeñas células religiosas. Esto, llevado a la religión Cristiana, sería la base de las nefastas "Comunidades Cristianes de Base" que tanto han dañado a la Iglesia.
jueves, 21 de mayo de 2009
¿ un feto humano es persona ?
[Feto humano de 20 semanas]
Vamos a tratar de aclarar que el feto humano no sólo es un "individuo humano", sino que es algo de muchísima más dignidad, una persona humana.
Aunque hoy día en el lenguaje coloquial se utiliza el término "persona" como sinónimo de "individuo humano", sujeto individual , el concepto de "persona" para el cristianismo –en donde se originó– incluye la importante característica de trascender la propia individualidad cerrada. En el caso de Cristo, como persona de la Santísima Trinidad, cuya naturaleza es divina, asume la naturaleza humana sin abandonar por ello la divina, y además Cristo es Persona divina no como individuo cerrado en sí, sino como una comunión de tres Personas en una única naturaleza divina. Durante mucho tiempo, se mantuvo en filosofía la definición de Boecio, "persona es la sustancia individual de naturaleza racional". En esta definición aparece la referencia a la auto-trascendencia, implícita en el término 'racional', entendida como apertura al todo, pero la categoría básica es la de "sustancia individual". Y falla, sobre todo, en su olvido de citar la relación de la persona con las otras personas y con el mundo, además de su dimensión corpórea, que sirve de medio entre las dimensiones interpersonal, social y cósmica. Para remediar esta limitación Ricardo de san Víctor caracterizaba a la persona por el "ex-sistere", el salir fuera de sí, el tener capacidad de referirse al otro. En esta misma línea, Duns Scoto relanzó la concepción referencial de la persona recuperando el valor cristiano de la relación como constitutivo del ser humano. Santo Tomás de Aquino afirma que, para el caso de Dios, ser persona significa ser relación subsistente, o sea, vivir el propio ser en sí (subsistencia), en el ser para/con/en el otro; vivir en el don recíproco.
En cierto modo, el concepto de persona implica la paradójica composición de unidad y de distinción, de comunión y de libertad, entendidas no como realidades antitéticas, sino como realidades coexistiendo y realizándose juntas, de modo directamente proporcional. El modelo trinitario nos permite comprender que la persona es tanto más ella misma cuanto más capaz es de comunión con los demás, y es tanto más libre cuanto más vive la comunión. Podemos decir, entonces, que el feto humano es persona en cuanto es sustancia racional individual, y en cuanto trasciende su individualidad poseyendo una coexistencia con su familia, siendo la madre la mediadora.
Imaginemos un robot futurista provisto de la más sofisticada inteligencia artificial, además que posea una extraordinaria movilidad y autonomía. Aún así este super-robot no tendría nada de persona ya que no es un ser racional. La racionalidad no significa exclusivamente ser inteligente o estar provisto de grandes capacidades intelectuales, pensamiento, etc. sino más bien en «poseer una capacidad inherente de realizar actos propios». Entendiendo por "actos", más que movimientos físicos –que pueden incluso estar ausentes– movimientos intelectivos y movimientos del alma. Pensar, discurrir, discernir, ... sí, pero también, sentir, amar, disfrutar, sufrir, desear, comunicarse con los otros, ... Por otra parte la "capacidad inherente" se refiere a que esa capacidad puede ser "en potencia". El feto se va desarrollando hacia el estado bebé, teniendo todas las capacidades inherentes, en potencia, de la persona, del mismo modo que una semilla de trigo posee la capacidad de llegar a ser una espiga de trigo.
Pero ante todo, la persona está hecha a imagen de Dios. Y como tal, él o ella posee una dignidad intrínseca y un alma eterna. Todo ser humano, desde el momento de su concepción, es una unidad de cuerpo y alma (no una dualidad, cuerpo+alma, como creen los paganos). Y así como el alma no abandona al cuerpo cuando se encuentra durmiendo, así el alma no depende del funcionamiento completo y total de todos los sentidos y capacidades corporales.
* Un dilema moral para los pro-abortistas.
Los que no aceptan que el feto humano sea considerado una persona de derecho hasta su nacimiento, podrían considerar el siguiente dilema moral:
Un cazador observa algo moviéndose entre la maleza. Aunque no está muy seguro de lo que se trata, decide apuntar y apretar el gatillo de su rifle. Resulta que ha matado a otro cazador, y no un animal como él pensaba. Jurídicamente el cazador podría ser considerado culpable por "negligencia criminal", puesto que debería haberse asegurado con absoluta certeza que no estaba disparando a una persona.
¿ Por qué, entonces, a algunos que no conociendo con absoluta certeza cuándo el feto humano llega a ser persona, se les permite, sin embargo, disparar todo el proceso de matarlo sin ninguna consecuencia jurídica ?.
A aquellos que claman que el feto humano no es una persona de derecho hasta el momento de su nacimiento hay que decirles «pruébenlo; demuestren con absoluta certeza que el feto humano no es una persona hasta el momento de su nacimiento» . Mientras no lo puedan probar el aborto intencionado es una asesinato.
domingo, 17 de mayo de 2009
El combate a la ciudad católica
Hay en este mundo dos ciudades antagónicas –escribía san Agustín–, una la carnal fundada en el amor de sí mismo, y otra, la espiritual fundada en el amor de Dios. Cada una tiene su propio modo de vivir y su finalidad. La primera busca el gozo en este mundo, no así la segunda. La primera se gloría en sí mismo, en sus propias potencias, en sus logros, en sus conquistas, y en el dominio de las criaturas. La segunda si se gloría en algo es en conocer y comprender al Señor, y en practicar el derecho y la justicia en medio de la tierra. Las dos ciudades pueden coexistir mezcladas, aunque en algunos tiempos destaca netamente una sobre la otra. El destino final de los ciudadanos es asimismo completamente opuesto . A los de la ciudad terrena les corresponderá una eternidad de dolor tanto físico como moral, en cambio, a los santos de la ciudad de Dios les corresponderá la bienaventuranza eterna.
En este tiempo que nos toca vivir, gran parte del siglo XX e inicios del XXI, es evidente que impera la ciudad carnal. La ciudad de Dios alcanzó su plenitud en el siglo XIII, con la expansión de los monasterios, la proliferación de grandes santos y filósofos, la sociedad ordenada hacia Dios a través de la Iglesia... En el Magisterio de la Iglesia se entiende por "Ciudad Católica" a la Sociedad entera ordenada globalmente de acuerdo al plan de Dios. Así, por ejemplo, en el documento apostólico "Notre Charge Apostolique", del 25 Agosto 1910, el papa S. Pío X, rechazando la torpe idea de democracia cristiana de Le Sillon, escribe:
«No se edificará la ciudad de una manera diferente a como Dios la ha edificado; no se levantará la sociedad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar, ni la ciudad nueva por construir en las nubes. Ha existido, existe; es la Civilización Cristiana. Es la Ciudad Católica. No se trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar sobre los fundamentos naturales y divinos, sobreponiéndola a los ataques siempre nuevos de la utopía moderna, de la Revolución y de la impiedad. Omnia instaurare in Christo».
Así la Ciudad Católica es un ordenamiento total, completo y global orientado hacia el Bien. Cristo operando sobre las almas de los hombres, y a través de la mediación de la Iglesia, edifica la Ciudad Católica. Hombres y mujeres absolutamente cristianos establecen familias cristianas, una estructura económico-social cristiana y un orden político cristiano. León XIII en "Immortale Dei" nos recuerda que la Ciudad Católica fue una realidad en el mundo:
«Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En aquella época la eficacia propia de la sabiduría cristiana y su virtud divina había penetrado en sus leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la sociedad. La religión fundada por Jesucristo se colocaba firmemente en el grado de honor que le corresponde y florecía en todas partes gracias a la adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados. El sacerdocio y el imperio vivían unidos en mutua concordia y amistoso consorcio de voluntades».
No debemos confundir entre la Ciudad Católica y el Cristianismo (la Iglesia Católica). Esta última es indestructible, en virtud de la promesa de Cristo (Mt 16, 18). No así la primera, como ya ha quedado demostrado netamente en la historia. La Ciudad Católica es una realidad distinta y absolutamente separable de la Iglesia y del Cristianismo. La Iglesia es inmanente y trascendente a la Ciudad Católica. La Iglesia, aunque posea una organización perceptible de magisterio, gobierno y culto, en sí es una realidad mística que asistida por el Espíritu Santo prolonga entre los pueblos la presencia real de Cristo, y esto no es generalmente percibido por los ojos de la carne. En una sociedad secularizada, materialista y totalmente hostil a Cristo, la Ciudad Católica puede llegar a ser aniquilada, sin embargo, la Iglesia subsistiría en algunas almas viviendo en comunidad o aisladamente, así como sucedió en la Roma de los mártires o en la Rusia de Stalin, en la que sólo unos cuantos fieles continúan viviendo –penosamente y contracorriente– la Fe entre el total de la sociedad descreída.
El diablo y todas las potencias del mal guerrean incansablemente para destruirla. En su numerosísimo ejercito ondea una bandera con el lema "Revolución anticristiana", sus armas son las herejías y cismas, el engaño sistemático, la infiltración en toda institución civil y religiosa, la perversión de las costumbres, la impiedad, el materialismo, las modas indecentes, la pornografía, promoviendo todo un pensamiento, filosofía y arte corrompidos, una cultura de la muerte, y un adoctrinamiento en las escuela.
La guerra sistemática a la Ciudad Católica –así como a la Iglesia– está asociada al misterio de la Iniquidad. Tras la caída del hombre en el Paraíso, en la naturaleza humana anida la malicia, la cual emerge en sus acciones y sus obras. A esto se añade la actividad de los ángeles caídos (los demonios), que fueron rebeldes a Dios, por lo que la Creación se halla alterada por un elemento de perturbación y desorden. Dios crea el Bien, pero la criatura, eligiendo su propio y particular bien y burlándose del bien divino, introduce el mal en la Creación. Los demonios, también desde el principio del tiempo, andan induciendo a los hombres a pecar. Todo ello significa el mal operando por doquier, tanto en el universo físico como en el espiritual. Antes de la Redención, el hombre en este mundo se hallaba desorientado espiritualmente, inclinado a buscar los bienes sensibles y ajeno a los espirituales. De aquí surgen todos los pecados, de soberbia, de avaricia, de lujuria... El hombre era entonces esclavo del pecado –la verdadera esclavitud–. Cristo, Hijo de Dios, se encarnó en una Virgen y trajo al hombre la Redención, tal como estaba escrito en las profecías. Y, como también estaba escrito, la Redención hubo de ser realizada de manera cruenta, con derramamiento de abundantisima Sangre, combatiendo contra la inicua alianza que forman el pecado, el mundo y el demonio. Y Cristo obtuvo una total y definitiva victoria en este combate.
¿Por qué siguen actuando en este mundo las potencias del mal... si ya han sido derrotadas?. Es porque la guerra se prolonga en la Historia de la Iglesia. Cristo, como cabeza de la Iglesia, venció y ascendió a los Cielos, como primicia. Entonces, la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, permanece aquí para cumplir la misión encomendada, esto es, predicar el Evangelio a todo el mundo y bautizar a los que creyeren. En las almas de los cristianos, y globalmente en el seno de la Iglesia, se ha de cumplir el combate librado entre Cristo y Satanás por la conquista de las almas, cuyo valor es preciosísimo, pues una sola alma supera en valor a todo el universo. La Ciudad Católica comienza en las almas de las personas, cuando en ellas habita el Divino Espíritu y de allí se expande a la sociedad entera. Por contra, el diablo y sus esbirros tienen su propia estrategia, atacar a los pueblos como paso previo para ganarse las almas de los fieles. Es decir, se encargan de bombardear globalmente la Ciudad Católica, valiéndose para ello de ardides sociológicos, económicos, culturales y políticos dirigidos a minar –y luego reconstruir sobre las ruinas– sus perversos fundamentos socio-económicos, políticos, culturales, etc. Finalmente sólo les queda recoger su cosecha de almas enviciadas hacia el mal.
jueves, 9 de abril de 2009
La infalibilidad del Papa
Cristo estableció el fundamento de la Iglesia sobre el ministerio de los doce apóstoles, un ministerio destinado a perdurar hasta el fin del mundo, que iba a tener entre otras la sobrehumana –imposible sin auxilio divino– misión de transmitir la Verdad a todas las generaciones humanas. Para ello Cristo nombra a Simón, "Kephas", o sea, "Piedra" sobre la que edificar la Iglesia.
«Tú eres Piedra, y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella. Te daré las llaves del reino de los cielos y cuanto ates en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desates en la tierra será desatado en los cielos» (Mt 16, 18).
La palabra "Piedra" no tiene aquí el significado de la "primera piedra", como colocada antes que las demás, sino el que Pedro –como cabeza del colegio apostólico– es la roca o base de estabilidad y firmeza de la comunidad mesiánica que Cristo edifica sobre la fe que Pedro es el primero en confesar. La prerrogativa de "atar y desatar" es una confirmación de la altísima extensión de los poderes de Pedro, y además indica que esos poderes, más allá de la persona de Pedro, están destinados a la Iglesia de todos los tiempos, lo que implica una sucesión en la sede papal de Roma. Como se indica en la constitución dogmática "Pastor Aeternus", el que sucede a Pedro en esta cátedra obtiene, por la institución del mismo Cristo, el primado de Pedro sobre toda la Iglesia. «De esta manera permanece firme la disposición de la verdad, el bienaventurado Pedro persevera en la fortaleza de roca que le fue concedida y no abandona el timón de la Iglesia que una vez recibió». Este punto finaliza con una condena expresa para todo aquel que lo negare: «si alguno dijere que no es por institución del mismo Cristo el Señor, es decir por derecho divino, que el bienaventurado Pedro tenga perpetuos sucesores en su primado sobre toda la Iglesia, o que el Romano Pontífice no es el sucesor del bienaventurado Pedro en este misma primado: sea anatema».
La potestad del Papa es además plena, en el sentido que no la posee sólo en parte, sino que la posee en toda su plenitud. Es también suprema, porque no está sujeta a otra autoridad en la tierra, y es, por ello, inapelable. También en la "Pastor Aeternus", del Concilio Vaticano I, se halla definida como de fe la doctrina de la infalibilidad del Papa, la cual dice que «el Papa, cuando en ejercicio de su función de pastor universal enseña una verdad revelada como definitiva, no puede estar sujeto a error».
Debe ser destacado que en la expresión "verdad revelada" están incluidas verdades de fe o de costumbres que proceden del Espíritu Santo, y no opiniones particulares sobre temas terrenales, o incluso políticos. Hoy en día esta infalibilidad papal es imprudentemente contestada e impugnada por algunos, pero si nos fijamos bien es lo más razonable que hay: si la infalibilidad no se diera, Cristo habría dejado a su Iglesia en el mismo caos doctrinal e inseguridad que ahora se encuentra entre los Protestantes. Todo serían opiniones diversas. ¿Qué certeza ofrecerían las disposiciones doctrinales, o sobre lo que es o no pecado mortal, si sus enseñanzas sólo tuvieran una garantía de probabilidad humana?. Sin esta infalibilidad las ovejas estaríamos desamparadas. Sin embargo, Cristo prometió la asistencia del Espíritu Santo para conducir a sus discípulos a la Verdad, y cumplió su promesa en Pentecostés. La infalibilidad del Papa no es más que la asistencia continua del Espíritu Santo. Además hay que darse cuenta que sin ella ¿cómo podría Pedro, y su sucesor el Papa de Roma, confirmar en la fe a sus hermanos (Lc 22,32)?, ¿y cómo Dios iba a castigar a quien no creyera (Mc 16,16)?.
También es infalible, por la misma razón, la doctrina emanada de los Concilios ecuménicos, siempre que se obre en comunión con el Papa, y asimismo es infalible en la Iglesia su Magisterio ordinario universal. Especialmente esta infalibilidad se hace ostensible en la interpretación de las Escrituras, y debe ser resaltado que ningún pasaje de las Escrituras puede interpretarse por cuenta propia contra el sentido unánime de los SS. Padres o de la Iglesia (Conc. Tridentino, Conc. Vaticano I).
domingo, 1 de marzo de 2009
Intentos de demolición de la Sociedad
Toda familia cristiana es una sociedad sagrada, pues ha sido consagrada sacramentalmente por los ministros de la Iglesia. Realmente, cuando nombramos "la Sociedad", como concepto universal, deberíamos entender por ello a "la Familia" y no al "conjunto de individuos de una nación" como es sostenido por el dogma liberal hoy imperante. La familia cristiana como sociedad natural es muy anterior al concepto de 'nación' conformado tras la Revolución francesa. En toda Sociedad ordenada cristianamente, como lo es la familia, debe existir una autoridad jerárquica, de lo contrario surge la anarquía. Muy bien lo saben los enemigos de la Iglesia, por eso trabajan para erosionarla, incluso, para aniquilarla.
En la familia cristiana, el jefe es el padre, con derecho a mandar a la esposa y a los hijos en las cosas relacionadas con el bienestar de la familia y la educación de los hijos. La madre tiene derecho a mandar a los hijos, pues sin ese derecho no podría educarlos, que, por cierto, es su principal oficio. Los hijos tienen el deber de obedecer al padre y a la madre. Otros miembros de la familia, como abuelos, tías solteras, etc., mientras cohabitan en el hogar familiar, están bajo el mando del padre y de la madre, pero como portadores del patrimonio familiar de la tradición –que es el nexo de unión con las generaciones anteriores– tienen la potestad del consejo.
La Familia Sagrada de Nazaret es el modelo de esta sociedad familiar, por eso determinó Dios que hubiera en ella esa jerarquía de derechos. A San José, como jefe, le comunica Dios las ordenes de huir a Egipto y de regresar. María obedece al esposo, y el niño Jesús obedece a los dos. Atendiendo a la dignidad de las personas de esta Familia, Jesús es de dignidad infinitamente superior a la de los dos esposos. La dignidad de María es inmensamente superior a la de José. Atendiendo a la dignidad de las personas el orden jerárquico debía ser: Jesús-María-José. Sin embargo, como Familia es José-María-Jesús. Jesús obedecía en todo a sus padres (Luc 2,51b). Mientras estaba sujeto al orden familiar, obedece y no manda en nada aquel a quien obedecen los cielos y la tierra. María, la más excelsa de las criaturas, manda a su Creador, pero obedece a un hombre, cuyos meritos son incomparablemente inferiores a los suyos.
Entre la familia, que es la sociedad natural, y el Estado, encargado de gobernar al conjunto de todos las familias hacia el bien común –físico y moral–, se encuentran las "sociedades intermedias", tales como: el pueblo, la aldea, la cofradía. la hermandad religiosa, los gremios artesanales y de oficios (cuando aún existían)... todas con su autoridad legítima. En una sociedad ordenada cristianamente, todo superior legítimo ostenta la autoridad de Dios; es un representante suyo, y obedecerle a él supone obedecer a Dios. Por eso, la obediencia al superior no se fundamenta en que éste posea mayor fuerza, poder, inteligencia, o lo que sea, sino en que éste es el orden que Dios ha querido. Los rebeldes dicen que obedecer destruye la personalidad. Gran mentira. La personalidad es el valor total verdadero de la persona humana. Es la resultante de todos los valores naturales y sobrenaturales del hombre. Y cuanto más se perfeccionen esos valores, más se perfecciona la personalidad humana. La obediencia, lejos de destruir esos valores, los perfecciona, robusteciendo la voluntad, al acostumbrarse a sobreponerse a las inclinaciones desordenadas de su naturaleza herida por el pecado. Por su parte, los que detentan una autoridad legítima, no deben hacerlo despóticamente, sino, como señala San Pedro, gobernando a los que están a su cargo, de buena gana, en lugar de a la fuerza, como Dios quiere, con generosidad, y no por sórdida ganancia; no cómo déspotas sobre la heredad del Señor, sino convirtiéndose ellos mismos en modelo.(1 Ped. 5,1-3).
En nuestros días hay toda una Revolución en acción, formada por una multitud de hombres seducidos por los demonios, que trabaja por destruir este orden. Para ello se ataca a las autoridades legítimamente establecidas allí donde las hubiera, destruyendo el orden natural entre los ciudadanos. Se ataca despiadadamente a la familia, primeramente fue con leyes promotoras de divorcios, después se impusieron modelos perversos de familia, adulterando sacrílegamente el significado del matrimonio, que de Sacramento de la Iglesia, lo convierten en reducto de sodomía. A los jóvenes se les induce a revelarse contra los padres, contra la Iglesia Se divide a la sociedad en comarcas o en clases, de modo que unas odien a las otras. Se destruye la relación filial entre patronos y empleados. Se ataca a la Santa Madre Iglesia en todos sus aspectos, en especial en la moral y valores tradicionales. Se insta al abandono de la Fe, promoviendo la desobediencia, la contestación y la indecencia en las costumbres. Así está ya avanzada la guerra para construir el Reino del Anticristo... En esta lucha abierta sobre el campo de batalla, ocupan un lugar muy importante los trabajadores, ayer humildes,…; pues ellos estuvieron soportando sobre sus hombros el fardo enorme de todos los despotismos creados por el liberalismo, y porque la desgracia los ha hecho abrir grandemente los ojos y conocer su número y las ventajas de la organización. En cambio, hoy, engañados por el neomarxismo se han organizado en su mayor parte bajo la bandera del odio. Pero toda tendencia revolucionaria está condenada al crimen en su actuación y a la derrota en sus resultados. La única renovación que puede ser cimiento sólido, fundamento indestructible del auténtico orden social, es la renovación espiritual de las energías humanas: el amor interno, fuerte, del hombre hacia el hombre, imposible sin Cristo, el verdadero obrero que ha roto con su martirio todos los despotismos.
jueves, 19 de febrero de 2009
La Iglesia Católica custodia de la Verdad
(San Pedro con la llave, por el Greco)
Por decir que sólo la Iglesia Católica es depositaria de la Verdad, algunos acusan de "arrogancia" a los católicos, pero como señala el cardenal y teólogo Ratzinger (hoy S.S. Benedicto XVI): «¿No es una arrogancia decir que Dios no nos puede dar el regalo de la verdad?»; y añade «¿No es un desprecio de Dios decir que hemos nacido ciegos y que la verdad no es cosa nuestra?». La «verdadera arrogancia» consiste en «querer ocupar el puesto de Dios y querer determinar quiénes somos, qué hacemos, qué queremos hacer de nosotros y del mundo». Por tanto, «lo único que podemos hacer es reconocer con humildad que somos mensajeros indignos que no se anuncian a sí mismos, sino que hablan con santa timidez de lo que no es nuestro, sino de lo que proviene de Dios»
Todos sabemos que sólo existe un Dios verdadero, eterno, omnipotente, creador de cielos y tierra, que nos ha dejado una única Iglesia –la Iglesia Católica– garante de la religión verdadera, custodia de la Revelación divina; los otros dioses son falsos y sus religiones igualmente falsas [1]. Es un error –cuando no es un engaño diabólico– pensar que todos los dioses en el fondo son el mismo dios. ¿Cómo pueden ser el mismo dios si son esencialmente contrarios entre sí?
Así el Dios predicado por la Iglesia Católica es uno y trino, los otros no. Nuestro Dios ha creado cielos y tierra, los otros no. Nuestro Dios se ha revelado al mundo enviando a su Hijo Jesucristo, los otros no. Si todos los dioses fueran el mismo, se daría la paradoja de que el mismo dios ha inspirado libros sagrados como el Corán, la Biblia o los Vedas, que son contradictorios entre sí. Igualmente habría fundado estas religiones que son contrarias entre sí. Por ejemplo, el islamismo admite la poligamia, el cristianismo la condena. Entonces Dios estaría contradiciéndose y sería un mentiroso.
No; sólo existe un Dios verdadero y una religión verdadera que El ha fundado. Los demás dioses son falsos, no existen; son creaciones de la fantasía del hombre. Por eso cuando Moisés recibió el Decálogo, le dijo Dios: «No tendrás otro Dios más que a Mí». En la Biblia se nos habla constantemente del Dios verdadero y de los dioses falsos que nunca han existido.
El profeta Jeremías dice: « El Señor es el verdadero Dios, el Dios vivo y Rey eterno. Si Él se enoja, tiembla la tierra y todas las naciones son impotentes ante su cólera. Así, pues, habéis de decir a los gentiles: dioses que no han hecho ni los cielos ni la tierra, desaparecerán de la tierra y de debajo de los cielos» (10, 10s).
Pero hay más todavía. Detrás de esos dioses y religiones falsos se esconde el demonio, de modo que esos dioses falsos son los demonios. Esto no es una opniión personal, lo dice la Sagrada Escritura: «todos los dioses de los gentiles son demonios, pero el Señor, nuestro Dios, hizo los cielos» (Sal. 95).
Nota [1]: La Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia Católica gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él, si bien fuera de su estructura se hallan muchos elementos de santidad y verdad que son bienes propios de la Iglesia de Cristo. (Lumen Gentium I,8)
martes, 3 de febrero de 2009
Engordando para el día de la Matanza
Mucho se habla de cambios climáticos y de crisis económicas pasajeras... pero no son tales sino plagas divinas. Pues el fin dramático de esta era se cierne sobre nosotros. Hay quien mete su cabeza en un hoyo para no reconocerlo, pero es así. Esto debe ser dicho clara e inequívocamente para que cada persona de este mundo se entere. No es posible abortar a millones de fetos humanos, destruir la familia tradicional cristiana, blasfemar y calumniar a la Iglesia de Cristo y burlarse de las leyes divinas, sin que se coseche el fruto de lo que se ha sembrado. En nuestros días, los gobiernos y ciudadanos de las naciones están sembrando "muerte", por consiguiente, cosechan "plagas divinas".
«El Señor, Dios de Israel, me dijo: mira esta copa llena del vino de mi Ira. Tómala y dásela a beber a todas las naciones a las que Yo te envíe. Beberán de ella, y se turbarán y enloquecerán al ver la espada que Yo desenvainaré contra ellas». (Jer. 25,15-16)
La Historia es la confluencia de dos voluntades libres: la de Dios y la del hombre. Dios indica aquello que es recto para el hombre, entonces el hombre opta por hacer el bien o el mal, Dios responde bendiciéndole o maldiciéndole. La relación de Dios con su Pueblo se ha establecido siempre por medio de lo que se llama una “Alianza”. Una de las primeras fue la Alianza de Dios con Abraham: a cambio de tener fe en Dios, el Señor prometió a Abraham una tierra fértil y una descendencia innumerable. Cuando los israelitas estaban por el desierto habían roto su parte de la Alianza, pues habían perdido la fe y habían tomado ídolos falsos. Fue entonces cuando el Señor hizo otra alianza con Moisés (llamada “Antigua Alianza”). Dios concedió, escrita, al pueblo de Israel la Ley y les dijo: “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi Pueblo”, a cambio ellos debían cumplir la Ley. Pero Israel se burló y maltrató a los profetas enviados por Dios para reprender a los príncipes judíos , y finalmente envió a Su Hijo con la esperanza que a Él sí le escucharan y respetaran. No lo hicieron. Cristo, ante la obstinación de Israel, estableció un "Nuevo Israel" (la Iglesia Católica) sobre la que derramó el Espíritu Santo, y con ello se inició la "Nueva Alianza" en la que el Evangelio está grabada en los corazones de los hombres.
Hoy vilipendian la Nueva Alianza, la persiguen, la derriban, escupen encima de ella, la pisotean... machacan sus despojos. Mientras Dios calla esperando su Día. ¿ Pero cómo puede haber personas inteligentes pensando que la Creación y la Salvación puedan ser subvertidas alegremente por el hombre sin que Dios intervenga para impedirlo ?.
«Esto dice el Señor: Mira, ya se acerca el fin, y va a venir desgracia tras desgracia; he aquí que el fin ya llega. Se acerca el día del exterminio de los que habitan esta tierra. Entonces se acabará la alegría en las montañas... ¡Aquí está el día!, ¡Ya llega la destrucción! . La maldad triunfa por todas partes y es mucha la insolencia. Pero ellos no lograrán nada con sus riquezas y su griterío. (Eze. 7,5- 7,10).
Aún así, algunos piensan: «¿Y si aparecen 'Obamas' capaces de traer estabilidad al mundo?, ¿y si los políticos llegan a acuerdos y la tensiones internacionales finalizan?, ¿y si los sistemas financieros se recuperan?, ¿y si todos los parados obtienen un puesto de trabajo digno?, ¿y si se llega a un verdadero año de paz y prosperidad en las naciones?». No sirve de nada, esa falsa paz y prosperidad es el verdadero problema. Porque no hay mayor guerra que destruir a los inocentes en el seno de sus madres, y no hay mayor pobreza que la espiritual provocada por esa perversa "ingeniería social" de los enemigos de Cristo. Y a eso se dedican los políticos laicistas de nuestras naciones. A diseñar una sociedad sin Dios, sin Iglesia Católica y sin vestigio de cuanto sagrado hay sobre la faz de la tierra. ¡Estos políticos se dedican a diseñar el Reino de Satanás sobre este mundo!. Multitud de hombres y demonios forman hoy una maldita sociedad simbolizada por "una serpiente" cuya cabeza será pronto machacada por el pie de la Mujer. Pues sí, una era de auténtica Paz está a punto de llegar, pero no antes que la era actual sea reducida a cenizas. Dramáticamente aprenderemos que la Paz auténtica no la diseñan los hombres sino que es patrimonio de Cristo, en nombre de la Santísima Trinidad, y es dispensada a través de la Santa Iglesia Católica. Allí tendrán que acudir a buscarla todas las naciones supervivientes, grandes y pequeñas, poderosas y miserables, laicas e imperiales, islamistas, y, también, al final, Israel.
lunes, 2 de febrero de 2009
Consagración de España
La palabra consagración se deriva de verbo consagrar. Con ella se expresa tanto la acción de consagrar como el hecho de ser Consagrado. Consagrar, en sentido teológico, es lo mismo que: santificar, divinizar, sacralizar o sacrificar. Todos estos términos implican relacionarse directamente con Dios, ser introducido en el ámbito de lo Sagrado, de lo Divino o de lo Santo, es decir, en el ámbito de la Divinidad.
A Dios se consagran los templos, los utensilios religiosos dedicados al Culto... pero también se consagran las personas, las familias y las naciones. Por parte del hombre o de la comunidad social, consagrarse es: entregarse plenamente el sujeto a Dios, dejarse poseer libremente por Él, disponerse a ser acogido activamente la acción santificadora de Dios, y un darse a Él sin reservas, en respuesta a la previa autodonación de Dios y bajo el impulso de su gracia. Los sacerdotes y los religiosos son consagrados porque van a dedicarse plena y de manera muy especial a Dios, aunque todo los bautizados somos consagrados, en el Bautismo, por la regeneración y la unción del Espíritu Santo como casa espiritual y sacerdocio santo" (LG 10). El bautismo es una real inserción en Cristo y en su misterio de muerte y de resurrección. Es una verdadera configuración con Cristo en su condición filial y fraterna y, por eso mismo, es una verdadera consagración. La consagración bautismal supone una presencia activa y permanente de Dios en nosotros, una especie de presencia sacerdotal que nos convierte en ofrenda y en sacrificio, y que nos hace posesión plena de Dios.
Además los cristianos llevamos a cabo consagraciones específicas para momentos o motivos especiales, por ejemplo, el Papa Pío XI estableció la consagración del genero humano a Cristo Rey, y no olvidemos que las consagraciones al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María se han venido haciendo por generaciones de familias cristianas, y han sido recomendadas por santos, como San Luis Mª Grignon de Monfort, incluso la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María –por parte de todos los obispos del mundo– fue explícitamente solicitada por Nuestra Señora de Fátima como condición "sine qua non" para la paz de la Humanidad como un todo (lamentablemente esta última consagración aún no se ha logrado hacer). En nuestros días la consagración por parte de las familias a los dos Corazones es una de las peticiones más repetidas a las videntes en cada aparición mariana.
Es conveniente, pues, repasar las consagraciones oficiales que se han venido realizando en los últimos tiempos en nuestra nación. España fue consagrada solemnemente al Sagrado Corazón de Jesús, por el rey Alfonso XIII, el día 30 de Mayo de 1919, fiesta del gran impulsor de la Reconquista contra la invasión del Islam, el rey Fernando III el Santo. El lugar elegido para ello fue emblemático, el Cerro de los Ángeles, próximo a Madrid y centro geográfico de la península ibérica. La consagración de España al Inmaculado Corazón de María se hizo en 1954 –Año Santo Mariano con motivo del centenario del Dogma de la Concepción Inmaculada de María. Se realizó en Zaragoza, precisamente el día 12 de Octubre de 1954, fiesta de la Virgen del Pilar, por el Jefe del Estado, Francisco Franco, en presencia del Cardenal Legado del Papa y el Nuncio del Vaticano, y con la asistencia del gobierno en pleno, de casi la totalidad del Episcopado y de una multitud de 200.000 fieles. Esta consagración fue ratificada hace poco tiempo en el mismo lugar, el Pilar de Zaragoza, el 22 de Mayo de 2005, por los Obispos Españoles y ante la ausencia total de miembros del gobierno.
jueves, 1 de enero de 2009
El linaje de David
* Cristo tiene derecho legal al trono de David, pero por parte materna
Vamos a intentar aclarar este asunto, que por cierto, era bien conocido antiguamente por los católicos, y sin embargo, hoy día es ignorado por la mayoría a pesar de tener importantes implicaciones teológicas.
Hay que comenzar diciendo que tanto san José como la santísima Virgen María son del linaje de David. José desciende de David por la línea de su hijo Salomón que había tenido con la mujer de Urías, mientras que María desciende de David por la línea de su segundo hijo, Natán, y aunque alguien podría pensar que María, como mujer, no poseería ni trasmitiría ningún derecho de sucesión al trono, se equivocaría, como veremos aquí, pues se dieron las coincidencias favorables para ello.
Tras la caída del Paraíso la historia humana, aunque compleja en sus ramificaciones exteriores, se reduce a una guerra continua de Satanás contra el plan redentor del Mesías. La estirpe de la Serpiente contra la estirpe de la Mujer. En tiempo de Noé la iniquidad y el pecado estaban tan extendidos, que Dios se "arrepintió" de la creación del hombre (Gn 6,6). En aquel tiempo la maldad del hombre era de tal calibre, que ya no era digna de seguir subsistiendo. Dios dejó de mantener la subsistencia de la humanidad, salvo para Noé y su familia, pues Noé había hallado «gracia ante Dios» (Gn 6,8).
Para el tiempo de Jacob, nuevamente la corrupción y el pecado se habían extendido, y sólo su hijo Judá mantenía un grado de pureza digno de mantener el linaje mesiánico. En las "bendiciones de Jacob" se hace una profecía mesiánica de alcance: «Nadie le quitará el poder a Judá, ni el cetro que lleva hasta que llegue...» (Gn 49,10). El linaje mesiánico se hallaba pues en Judá, de cuyos tres hijos a dos envió Dios pronto la muerte debido a su maldad dentro de su matrimonio –uno tras otro– con Tamar (Gn 38). Judá intentó proteger al hijo restante, para ello evitó casarle también con Tamar, y ésta –bajo la insidia de Satanás– urdió un engaño disfrazándose de prostituta y yaciendo con Judá, de cuya unión incestuosa –Tamar era nuera, o sea, hija legal de Judá– nacieron los gemelos Fares y Zará. Pero estos gemelos al ser hijos bastardos, y además ser fruto de un acto incestuoso, quedaban especialmente malditos ante Dios hasta la décima generación (Deut. 23,2).
Satanás había conseguido un triunfo parcial, el linaje de Judá estaba quebrantado. Varios siglos después, David nace en Belén, de la línea maldita de Judá, pero en ese momento se habían completado ya las diez generaciones de la maldición divina. Con David, pues, se retoma el linaje mesiánico. Los reyes hebreos que seguían la línea davídica, desde Salomón en adelante, fueron de mal a peor ante los ojos de Dios. Hasta llegar a la perversión extrema con el rey Jeconías, a quien Dios declara una maldición de su linaje:
«... ninguno de su linaje llegará a ocupar el trono de David para reinar en Judá ».(Jer 22,30b).
Y resulta que san José era del linaje de Jeconías como se ve en Mt 1,11ss, por tanto, aunque es sabido que Cristo no portaba la sangre de José (aquellos que mantienen la no divinidad de Cristo, aquí tienen una inequívoca prueba de la inconsistencia de su creencia), el linaje davídico le venía a Cristo por otra vía. María era también descendiente de David, pero por la línea de Natán –un linaje al que no le afecta la maldición a Jeconías– a través del esposo de santa Ana, san Joaquín, llamado también "Helí" -en algunos textos. Pero hay un aparente problema legal, las leyes divinas no permiten la transmisión de los derechos sanguíneos a las mujeres (Deut. 21,16a).
La solución se halla en la historia de las hijas de Salfaad (Núm. 27). Salfaad sólo tenía hijas, y a su muerte, las hijas se presentaron ante Moisés, el sacerdote Eleazar y todos los caudillos del pueblo, alegando que no era razonable que al haber muerto su padre sin dejar ningún varón ellas debieran ser desheredadas. Moisés consultó a Dios, quien le contestó con una regla universal para los hijos de Israel:
« Cuando un hombre muriere sin hijos varones los derechos hereditarios pasarán a su hija, ... ».(Núm. 27,8)
Pero para ello era preciso una condición sine qua non, si tal hija heredera se casaba debería hacerlo con un hombre de su propia tribu. (Núm. 36,6). Ahora bien, María no tenía hermanos varones, y como se comprueba en el evangelio de Lucas, se casó con un hombre, José, que era de su propia tribu, la de Judá. En este caso parece como si Jesús no pudiera reclamar para sí el trono davídico, pues éste le pertenecería legalmente a su madre María, pues sí cumplía los requisitos para ello. Sin embargo, Jesús tiene este derecho al trono por ser –y sólo por ser– el Cristo (el Mesías de Israel), pues ello lo refrendan todas las profecías mesiánicas, por ejemplo: « la virgen en cinta dará a luz un hijo, al cual llamará Emmanuel ... ».(Is. 7,14), (Miq. 5,2). Solamente la Virgen María cumple las dos condiciones de "las hijas de Salfaad" más la de la virginidad materna, por lo que hereda el derecho al trono y lo transmite al Mesías de Israel.
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