viernes, 30 de abril de 2010

Aparición de Tomás de Aquino a un médico abortista

El diario La Razón de España dio a conocer el caso de un nuevo “rey del aborto” convertido: Stojan Adasevic, quien llegara a realizar 48 mil abortos en total y hasta 35 en un solo día, es actualmente el principal líder pro-vida de Serbia, pero durante 26 años fue el ginecólogo abortista más prestigioso de la Belgrado comunista.


Como señala este periódico  “los libros de medicina del régimen comunista decían que abortar era, simplemente, extirpar un trozo de tejido. Los ultrasonidos que permitían ver al feto llegaron en los años 80, pero no cambiaron su opinión. Sin embargo, empezó a tener pesadillas”.

Al relatar su proceso de conversión, explica el diario, Adasevic “soñaba con un hermoso campo, lleno de niños y jóvenes que jugaban y reían, de cuatro a 24 años, pero que huían aterrados de él. Un hombre vestido con un hábito blanco y negro lo miraba intensamente, en silencio. El sueño se repetía cada noche y despertaba con sudores fríos. Una noche preguntó al hombre de negro y blanco por su nombre. ‘Me llamo Tomás de Aquino‘, respondió el hombre del sueño. Adasevic, formado en la escuela comunista, nunca había oído hablar del genial santo dominico, no reconoció el nombre”. “‘¿Por qué no me preguntas quiénes son estos niños? Son los que mataste con tus abortos‘, le dijo Tomás. Adasevic despertó, impresionado, y decidió no practicar más intervenciones”, prosigue.
“Ese mismo día vino a su hospital un primo con su novia, embarazada de cuatro meses, para hacerse su noveno aborto, algo bastante frecuente en los países del bloque soviético. El doctor accedió. En vez de sacar el feto miembro a miembro, decidió machacarlo y sacarlo como una masa. Sin embargo, el corazón del bebé salió aún latiendo. Adasevic se dio cuenta entonces de que había matado a un ser humano”.

Tras ese macabro episodio, Adasevic “informó al hospital de que no haría más abortos. Nunca en la Yugoslavia comunista un médico se había negado. Redujeron su salario a la mitad, echaron a su hija del trabajo, no dejaron entrar a su hijo en la universidad”.
Tras dos años de presiones y a punto de rendirse, volvió a soñar con Santo Tomás: “‘eres mi buen amigo, persevera’, dijo el hombre de blanco y negro. Adasevic se comprometió con los grupos pro-vida. Dos veces consiguió que la televisión yugoslava emitiera la película de ultrasonidos ‘El grito silencioso‘, de otro famoso ex-abortista, el doctor Bernard Nathanson“.

Actualmente el doctor Adasevic ha publicado su testimonio en revistas y diarios de Europa del Este, como la rusa Liubitie Drug Druga. Ha vuelto al cristianismo ortodoxo de su infancia y también ha aprendido cosas sobre Santo Tomás de Aquino.
“Tomás, influido por Aristóteles, escribió erróneamente que la vida humana empezaba 40 días después de la fertilización”, escribe Adasevic en Liubitie Drug Druga. La Razón comenta que “el doctor sugiere que quizá el Santo buscaba compensar ese error. Adasevic, ‘el Nathanson serbio’, prosigue hoy su lucha por la vida de los más pequeños”.

domingo, 3 de enero de 2010

Antisemitismo y antijudaismo


Hay que hacer alguna precisión sobre el "anti-semitismo", pues hoy día hay una confusión general sobre este término. Se trata de una palabra bastante nueva, utilizada primeramente en 1870 por un alemán, Wilhelm Marr. Este señor sostenía que los judíos —como raza— han de ser odiados debido a ciertas características biológicas incorregibles. Tal idea llegó hasta Hitler, no obstante la derrota de Hitler condujo a una redefinición de la palabra. Por "antisemita" antiguamente se designaba a alguien que tenía odio irracional a los judíos, o sea, a su linaje étnico. Aunque yo dudo que exista hoy en el mundo una persona que estando en sus cabales sea así antisemita. No obstante, el término "antisemita" ahora tiene un significado totalmente diferente, frecuentemente es utilizado por los pro-judíos como "arma arrojadiza", y designa a algo, persona o idea, rechazada por los propios judíos-sionistas. Como ejemplo, acusan a san Juan Crisóstomo y a otros Padres de la Iglesia de ser "antisemitas". No hace falta buscar mucho por Internet para encontrarse con perlas como ésta:

«El antisemitismo cristiano comenzó durante el primer siglo de nuestra era con algunos de los padres de la iglesia, como Eusebio, Cirilo, Constantino, Juan Crisóstomo, Agustín, Orígenes, Justino y Jerónimo, quienes publicaron folletos y panfletos históricamente llamados Adversus Judaeos».

Acusan a san Juan Crisóstomo y a otros autores de "antisemitas", por el simple hecho de escribir tratados titulados "Adversus Iudaeos", los cuales son escritos teológicos en los que se confronta la doctrina Católica frente a la Judía. Normalmente los Padres de la Iglesia defienden el Supersesionismo (la Restauración), o sea, la doctrina católica que afirma que la Antigua Alianza ha sido sustituida por la Nueva Alianza, de tal modo que ya no tiene sentido que los judíos continúen con sus practicas religiosas judías. Obviamente ésta es una doctrina polémica, fuertemente contestada y rechazada por los propios judíos, rechazada también por muchos protestantes, e incluso, rechazada por algunos católicos confundidos.

Debe quedar claro que no es "anti-semitismo" (en sentido antiguo) la oposición al naturalismo judío y a su impío obrar a lo largo de los siglos. Algo a lo que algún autor católico ha llamado "antí-judaísmo". Ningún católico puede ser antisemita conscientemente, pero todo católico, por el hecho de serlo, debe ser antijudío. Esta oposición , por parte de los católicos, debe ser positiva, abierta y clara. Esto es, el católico debe "odiar las obras impías judías y sus engaños" y destaparlas allí donde estuvieran, así como refirmar los derechos del Reinado sobrenatural de Cristo y de su Iglesia Santa, e incluso, en lo que esté en sus manos, el católico debe afanarse en conseguir que estos derechos -individuales y sociales- sean reconocidos por todos los estados, gobiernos y demás entidades civiles y religiosas. En la encíclica Quas Primas, por ejemplo, está escrito que el rechazo de Nuestro Señor Jesucristo, el Verdadero Mesías, por su propia nación, y la pertinaz oposición de esta nación a Él, es una fuente fundamental de desorden y conflicto en el mundo. Por otra parte, los católicos ni deberían odiar a la nación en que, a través de nuestra Santísima Madre, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad asumió la naturaleza humana, ni deberían denegarles sus legítimos derechos como personas.

Respecto a la definición de "judío", no abarca exclusivamente al ámbito étnico-social. Los judíos fueron el pueblo elegido de Dios. Cuando Jesús se presentó como el Mesías por tanto tiempo esperado, los judíos tuvieron que tomar una decisión. Hoy día es lo mismo, se puede aceptar o rechazar a Cristo, quien es la encarnación física del Verbo divino de acuerdo a la fiel creencia cristiana. El judío es un elegido que rechaza a Cristo, y cuando se rechaza al Logos, el cual incluye dentro de si mismo los principios de orden social, se está trastornando este orden. San Pablo dice que a quien decide rechazar la verdad revelada, Dios le otorga un espíritu de confusión «para que crea en mentiras». De aquí viene el que los católicos debamos odiar, no al judío, sino a ese espíritu de confusión que se halla inherente dentro de él, y que normalmente le conduce a realizar obras contrarias a Cristo y a Su Iglesia Santa.

Hace un par de años apareció un documento del departamento de estado de los EEUU, llamado el “Reporte sobre antisemitismo global”, donde se hace un listado de aquellas opiniones, conductas, actitudes... que son consideradas antisemitas. Es interesante hacer un repaso de ellas, pues nos aportan una idea general sobre qué es eso de ser "antisemita" en sentido moderno:

Extracto del “Reporte sobre antisemitismo global”):
1) Cualquier aserción “de que la comunidad judía controla el gobierno, los medios de comunicación, los negocios internacionales y el mundo financiero” es antisemita.
2) “Un fuerte sentimiento anti-israelí” es antisemita.
3) “Una critica virulenta” hacia los lideres de Israel, pasados o presentes, es antisemita. De acuerdo al departamento de estado, antisemitismo ocurre cuando una esvástica es pintada en una caricatura criticando las acciones de un líder sionista pasado o presente.
4) Críticas a la religión judía o sus lideres religiosos o a su literatura (especialmente el Talmud y la Cábala) es antisemita.
5) Críticas al gobierno y al congreso de los EEUU por estar bajo excesiva influencia de la comunidad judía-sionista (incluyendo AIPAC, American Israel Public Affairs Committee) es antisemita.
6) Críticas a la comunidad judía-sionista por promover el globalismo (el nuevo orden mundial) es antisemita.
7) Culpar a los líderes judíos y sus seguidores por incitar a los romanos a crucificar a Cristo es antisemita.
8) Disminuir el número de victimas judías en el holocausto por debajo de los 6 millones es antisemita.
9) Decir que Israel es un estado “racista” es antisemita.
10) Aseverar que hay una “conspiración sionista” es antisemita.
11) Afirmar que los judíos y sus líderes crearon la revolución bolchevique en Rusia es antisemita.
12) Formular “dichos ofensivos sobre personas judías” es antisemita.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La Tierra está en el centro del Universo


La Tierra está en el centro del Universo


A muchos les sorprenderá la osadía de esta afirmación, pero los datos obtenidos por telescopios como el Hubble, sondas espaciales y otros experimentos de gran precisión que se vienen realizando desde el año 1990, así lo indican. La Tierra se halla en el centro de gravedad del universo, y lógicamente está inmóvil, pero, ha sido fabricado el paradigma intocable del heliocentrismo, el dogma oficial de la Ilustración, un engaño sistemático sostenido posteriormente por el naturalismo y el neo-positivismo en los siglos XVIII y XIX, por el círculo de Viena ya a principios del XX, así como por el neo-marxismo, el liberalismo, la masonería, el sionismo y toda la pléyade de ateísmos que se han extendido por el mundo durante el siglo XX. Un edificio demasiado ciclópeo como para ser derribado en un día. Para colmo, este engaño se presenta como una 'liberación' del hombre, o como una lucha entre David y Goliat, en el que el pequeño y débil (Galileo, Einstein,...) derriban al poderoso enemigo (la Iglesia católica), en una visión que las mentalidades inmaduras de los jóvenes son muy propensas a aceptar sin discusión. Algo muy distinto se revela cuando se analizan los datos históricos detenida y científicamente.

En los últimos quinientos años ha habido, en la historia de la ciencia, tres grandes intentos de lograr el viejo sueño del hombre mundano, a saber, liberarse de la 'tiranía' de Dios. El primero fue el heliocentrismo de Copérnico, el segundo la evolución de Darwin, y el tercero la relatividad de Einstein. Mientras el evolucionismo darwinista presume de mostrar que el hombre no es una especie privilegiada, el heliocentrismo presume de no estar situado el hombre en un lugar privilegiado. Estos son los pilares en que se fundamenta la visión del hombre moderno de nuestros días: un individuo de una especie surgida por azar, que se encuentra en un planeta perdido en el cosmos, con ninguna razón sobre su existencia más allá de las estrellas de las que cree haber evolucionado. Y además todo es relativo, incluida la moral, nada es absoluto. Cualquier científico moderno conocía intuitivamente que las tres hipótesis son inmediatamente falsadas si se encontrara a nuestro planeta Tierra inmóvil en el preciso centro del universo.

Haciendo un repaso histórico, comenzando en la época de Galileo, en 1610-1630, coexistían tres modelos para interpretar los movimientos celestes: (a) el sistema de Ptolomeo, en que la Tierra se suponía inmóvil y el resto de astros girando en torno a ella a través de epiciclos; (b) el sistema de Copérnico con el Sol inmóvil y los astros girando en torno a él a través de círculos; (c) el sistema de Tycho con la Tierra inmóvil, la Luna y el Sol girando en torno a ella, y el resto de planetas girando en torno al Sol a través de círculos. Cada sistema tenía sus ventajas y sus inconvenientes, por ejemplo, el sistema de Copérnico, además de una mayor armonía, en aquella época, podía dar una buena explicación del movimiento retrogrado de los planetas, sin embargo no podía precisar los movimientos planetarios. Si podemos hablar así, el más avanzado resultaba ser el de Tycho, pues, gracias a los innumerables observaciones que este astrónomo había realizado, las distancias estaban muy bien calculadas. Después, como es bien sabido, Johannes Kepler heredó los cálculos de Tycho, con los cuales llegó a determinar sus "reglas" planetarias que al final servirían a Isaac Newton a establecer con precisión las leyes matemáticas de la mecánica celeste. Lo que no dicen las biografías de Kepler es que éste 'astrónomo' (en realidad, era aficionado al ocultismo, adivinación, esoterismo...) trabajó con estos datos muy a la ligera. Primero, desoyó las palabras de su mentor Tycho Brahe, quien le había aconsejado no abandonar el geocentrismo. Kepler, por contra, adoptó el heliocentrismo e hizo, lo que él consideró, unas modificaciones precisas al sistema copernicano, o sea, estableció elipses para las órbitas planetarias, en lugar de círculos. Con estas modificaciones todos los datos astronómicos de Tycho cuadraban, lo que quizás desconocía Kepler es que haciendo modificaciones similares en el sistema Tychonico, los datos del propio Tycho cuadraban también. El asunto es que Newton aceptó sin discusión el sistema de Copérnico modificado con las elipses, el sol en un foco, y la ley de las áreas... y así la Ciencia comenzó su alocada carrera hacia la locura. «O Dios existe o estamos (los científicos) todos locos», según la frase atribuida a Einstein, pues bien, las dos premisas son ciertas, Dios sí existe, y la ciencia moderna es conducida por los científicos como Einstein, Hawking, ... a la locura absoluta.

Y es que ahora sabemos con certeza que la Tierra se halla en el preciso centro de gravedad del universo, y está inmóvil, sin movimiento de traslación en torno al sol, ni tampoco girando sobre el eje Norte-Sur, es el firmamento entero (éter + cuerpos celestes) los que realizan los giros acompasados alrededor de la Tierra, tal como fue mantenido por la Iglesia durante siglos. A muchos físicos la Relatividad y demás teorías físico-matemáticas nos sedujeron cuando éramos jóvenes, sin embargo, no fuimos conscientes del engaño y perversidad que se ocultaban dentro de la mayoría de ellas. Porque han sido confeccionadas con el intencionado objetivo de erosionar la verdad perenne sostenida por la Iglesia. También ha habido catedráticos y doctores de Física que hace tiempo descubrieron por sí mismos este engaño, o quizás tuvieron fuertes sospechas, sin embargo optaron por callar, al tener miedo a perder sus cátedras universitarias. Este silencio, que ha durado unos cuatro siglos, felizmente ha llegado ya a su fin, porque un teólogo católico se ha levantado y ha clamado la verdad. Me estoy refiriendo a Robert A. Sungenis Ph. D., que es presidente de la CAI (Catholic Apologetics Internacional Publishing), quien ha tenido la entereza de escribir, en colaboración del físico Robert Bennett, la exhaustiva obra de “Galileo Was Wrong, The Church Was Right”). Esta monumental obra puede adquirirse en la web de la CAI, siguiendo el link de arriba.

Se cuenta que Tycho Brahe ideó una prueba definitiva para establecer si es la Tierra o el Sol lo que se mueve: el paralaje estelar. Si se moviera la Tierra, al hacer dos observaciones de una estrella cercana, un determinado día y seis meses después, se la hallaría desplazada frente a las estrellas más lejanas. En aquella época no había la tecnología apropiada para hacer la comprobación, pero finalmente en 1838 fue Frederich Bessel quien encontró el esperado desplazamiento en la estrella 61-Cygn, lo cual fue considerado una prueba "definitiva" del heliocentrismo. Todavía hoy algunos lo consideran así, sin embargo el paralaje estelar no es una prueba a favor del heliocentrismo, porque Tycho Brahe consideraba el conjunto total de estrellas centradas en el sol, por contra el geocentrismo actual considera a las estrellas centradas en la tierra (sistema de Tycho modificado). Este sistema también explica perfectamente el movimiento retrogrado de los planetas, las fases de Venus, las estaciones, el péndulo de Foucault ... y cuantas "pruebas" aseguran tener los heliocentristas. Desde el año 2002 la CAI Publishing, a través de Robert Sungenis, otorga un premio de mil dólares a quien presente una prueba definitiva a favor del heliocentrismo. En ocho años nadie lo ha podido hacer, ni lo podrá... sencillamente porque no la hay.


Al analizar la radiación de fondo de microondas (CMB) se han hallado anomalías que contradicen el paradigma Big-Bang-Relatividad. Por ejemplo, en 2001 se lanzó al espacio la sonda WMAP que mapeó con precisión la radiación CMB, cuando se analizaron los datos se hallaron grandes sorpresas: a) Los datos no concuerdan con el Big-Bang, por contra, indican un universo más bien pequeño; b) Al parecer hay que descartar definitivamente la "inflación" (hipótesis de Guth y Linde); c) Los datos apuntan que nos encontramos en un marco privilegiado (ellos evitaron mencionar el tabú "centro del universo"). Y lo más sorprendente de todo, d) la forma más lógica del universo es la esférica, y en ella, al considerar los dos hemisferios más diferentes entre sí, resultaron ser ¡aquellos que están por encima y por debajo de la eclíptica!. Y además, dentro de este plano eclíptico, sorprendentemente ¡se aproxima al eje de los equinoccios!. En una palabra, la radiación CMB del cosmos es geocéntrica. A todo esto habría que añadir que la distribución de los quasares sólo tiene una explicación lógica, el geocentrismo (están situados en 57 bandas esféricas centradas en la Tierra). Pero no sólo los quasares, también la distribución de otros objetos celestes lejanos, como los Rayos X bursts, los BL Lacertae, e incluso las galaxias, tienen su explicación más lógica en el geocentrismo ("Los redshifts de las galaxias están agrupados y no concuerdan con la teoría del Big Bang, pues implican bandas concéntricas expandiéndose desde un punto central, la Tierra" – «Sky & Telescope, Agosto 1992»). A un nivel más local, más de mil estrellas binarias presentan su punto periastro más lejano que su apoastro, lo cual significa que el eje del sistema está apuntando hacia la tierra.

Y para qué continuar, aunque hoy tenemos un abrumador número de evidencias soportando el geocentrismo, la ciencia moderna -movida hoy por oscuros intereses- no reconocerá que la relatividad de Einstein fue precisamente inventada, y después sistemáticamente parcheada, para contrarrestar las docenas de experimentos llevados entre los años 1800 y 1900, que claramente demostraban que la tierra permanecía inmóvil en el espacio.

jueves, 13 de agosto de 2009

La fe por encima de la ciencia


* ¿ Qué tipo de conocimiento es la fe ?

En el léxico vulgar, suele utilizarse la palabra "fe" con dos significados erróneos de lo que verdaderamente la fe es: (a) un simple opinar (yo creo que....) (b) una posibilidad de conocer (yo tengo por verdadero que...). En cualquiera de esos casos la fe queda degradada a una especie de "conjetura", a medio camino entre la sospecha y el conocimiento exacto y bien fundado.

La fe, por el contrario, es una certeza. Hay dos formas de tener un conocimiento perfecto, es decir, de tener certeza sobre algo: por la ciencia y por la fe. Por la ciencia –conocimiento cierto sobre algo– el hombre conoce, ya no precisa indagación ulterior (pues se supone ya realizada a través del estudio, investigación,...), es cuando se ha llegado a un saber perfecto. Cuando la indagación es imperfecta (porque se ha realizado insuficientemente, o incorrectamente, ...) se pueden dar tres tipos de saberes: la opinión, la sospecha y la duda.

La opinión es un saber imperfecto, aunque no tanto como los otros dos. En la opinión no se ha realizado una indagación perfecta, y sin embargo, se da preferencia a alguna de las posibilidades, porque se descubre algún indicio objetivo, aunque la opción bien pudiera ser errónea. En la sospecha o conjetura tampoco la indagación ha finalizado, al igual que en la opinión, hay una alternativa que se considera más probable por ciertos indicios, pero, a diferencia de la opinión, tales indicios son subjetivos y de tipo tendenciosa o pasional. La certeza de la sospecha, es, por tanto, más imperfecta que la de la opinión. Pero aún más imperfecta es la de la duda, en ella la indagación no se ha concluido, y, ante varias posibilidades de lo que sea verdad, simplemente no se da preferencia a ninguna.

* La fe y la certeza.

La fe coincide con la ciencia en la certeza, pues ambos son saberes perfectos, pero la certeza de la fe no procede de la clara visión del objeto intelectual, tal como en el saber científico, sino de la presión que ejerce la voluntad, movida por la gracia de Dios, sobre el entendimiento. De paso, recordemos aquí aquella máxima aristotélica que "el entendimiento no yerra nunca", pues, encierra en sí mismo la necesidad de certeza.

La certeza de la fe es perfecta, e incluso por su origen es mayor que la de la ciencia. Claro que la indagación propia de la fe nunca es perfecta, sin embargo se llega a un conocimiento perfecto porque éste no se obtiene de la propia percepción, sino de una acto de la voluntad realizado por la moción divina de la gracia. En cambio, la certeza o el asentimiento es perfecto. Incluso la certeza de la fe es más plena y firme que cualquier otra certeza natural.

Si en la fe se puede dar la llamada "duda de fe", es por defecto del hombre, pero no es duda en la fe misma, en realidad, es una tentación y debe tratarse como todas las tentaciones. Lo que dice la fe es más cierto que todo lo que la razón humana puede alcanzar con cualquier certeza científica. Santo Tomás lo explica con la siguiente comparación: «Como uno de poca ciencia está más cierto de lo que oye a un sabio que de lo que juzga él mismo con su propia razón, con mayor motivo el hombre está más cierto de lo que oye de Dios, que no puede engañarse, que de lo que percibe con su propia razón, que puede engañarse».

* La fe es necesaria para el conocimiento de la Verdad.

El objeto de la fe, de forma opuesta al de la ciencia, es una verdad no visible directamente por los sentidos del hombre, y por tanto, no se fundamenta en la indagación. O sea, que la fe no es fruto de la razón, sin embargo, tampoco va contra ella, sino que colabora con ella –es "cum ratione" según sto. Tomás–. Así se dice que «la credibilidad de los misterios asegura el carácter razonable de ellos". Se entiende por credibilidad el hecho o señal que hacen del misterio algo digno de ser creído. Pero la credibilidad no obliga a creer, pues no muestra la evidencia del misterio, sino sólo su plausibilidad o la seriedad del testigo que lo propone. La credibilidad se opone a la credulidad (creer algo con escaso fundamento).

Al hombre le es necesario aceptar por la fe no sólo lo que rebasa la razón natural ¡sino también cosas que podemos conocer por ella !. (NOTA: Este punto, desarrollado magistralmente por sto. Tomás –Summa Theologia II, Q.2, A.4 –, es posteriormente citado en el Concilio Vaticano I). Esto es así por tres motivos: 1º. Para llegar más rápidamente al conocimiento de la verdad divina; la ciencia puede probar la existencia de Dios y otras cosas relativas a él, pero es el último objeto de conocimiento pues precisa de muchas ciencias, entonces a tal conocimiento sólo llegaría el hombre tras un largo periodo de su vida. 2º. Para que el conocimiento de Dios llegue a más personas, pues evidentemente algunos hombres no podrían llegar por sí mismos al conocimiento de Dios, por cortedad, por ocupaciones, o por torpeza en aprender, etc. 3º. Por motivos de certeza; pues la razón humana es muy deficiente en los cosas divinas, prueba de ello es que los filósofos, investigando con la razón, incurrieron en muchos errores. Por tanto, para que los hombres tuvieran un conocimiento cierto y seguro sobre Dios, fue muy conveniente que les llegaran las verdades divinas a través de la fe, como verdades dichas por Dios, quien es absolutamente veraz.

El hombre no puede acometer la vida sólo con ayuda de la razón (racionalismo), ni tampoco con la sola ayuda de la fe (fideísmo), estas posturas son vicios opuestos. La virtud de la fe se basa –como toda virtud– en el término medio: la fe apoyada en la razón, es decir, creer para poder comprender.

* ¿ De dónde surge la increencia general de hoy día?.

Tres son los vicios principales que anidan en el hombre postmoderno y que son causa de la increencia: 1. La ignorancia o ausencia total de instrucción religiosa. 2. El orgullo y la soberbia. 3. La corrupción de corazón.

Aquí trataremos sólo del primero. La mayoría de la personas hoy se jactan de tener varios títulos académicos, doctorados, masters, de hablar varias lenguas extranjeras, de tener conocimientos de economía, de política, de informática y de otras tecnologías, etc. ... sin embargo, sus conocimientos de religión son inferiores a los de un niño que ha ido un mes al Catecismo. Y si se ignoran los dogmas con las pruebas que demuestran su verdad, cuando todo el esfuerzo mental se encauza a cosas frívolas y dañosas ¿qué de extraño hay en que falte la fe?. Muchos de estas personas se vanaglorian de ser incrédulos, cuando lo que son es ignorantes en grado sumo. En el fondo, los títulos académicos, los doctorados, la sabiduría que creen poseer es basura si los conocimientos religiosos están ausentes en ellos. Es como construir una casa sobre barro. Algunos pensarán: entre los incrédulos se encuentran también grandes científicos. Nadie lo niega, pero si estos tienen cultura en sus disciplinas, no la tienen en materia de Religión, en realidad son grandes ignorantes también, por mucho que les hayan concedido el premio Príncipe de Asturias o el premio Nobel. Realmente el gran drama de nuestra civilización no es la crisis económica, el cambio climático, la pobreza, ... el drama de la humanidad es la ignorancia en materia de Religión Católica.

lunes, 13 de julio de 2009

Desentrañando la Revolución


El significado de la palabra 'revolución' es: 1º) dar un giro completo hasta voltear algo que se hallaba en orden, y 2º) colocar en su lugar otra realidad que es la opuesta a la que había con anterioridad, es decir, establecer el desorden.

¿Qué es lo que busca subvertir esta Revolución de nuestro tiempo?. El Reino de Cristo, es decir, la Cristiandad, que con grandísimo esfuerzo se había logrado establecer en Europa occidental e Hispanoamérica entre el final de la Edad Media y principios de la era Moderna.

La esencia de la Revolución es dar vuelta y devastar la Iglesia de Cristo, y posteriormente instituir en su lugar la sinagoga de Satanás (el reino del anticristo). Ya en el siglo XIX se utilizó la palabra 'Revolución', que fue definida por los católicos "ultramontanos" como «una conjura anticristiana», o también como «una conspiración contra la Iglesia de Cristo». Aunque hoy los progresistas emplean peyorativamente la palabra "ultramontano", como significando integrismo católico, ultramontano realmente significa "más allá de las montañas (los Alpes)", refiriéndose a la Iglesia de Roma, pues en aquel tiempo los católicos fieles al Papa y a Roma hubieron de combatir a la herejía nacionalista del "Galicanismo", la cual pretendía separar la Iglesia francesa de la autoridad del Papa. El Galicanismo se extendió por varias naciones de Europa, y por tanto, los "católicos ultramontanos", es decir, los fieles a la Iglesia de Roma, tuvieron que combatir duramente contra el Liberalismo –su principal valedor–, que era hijo de la Ilustración y de la Revolución Francesa, así como la expresión más clara de la Revolución en aquel tiempo.

Los agentes de la Revolución son generalmente fuerzas que sirven al Diablo, destacando entre ellas dos que tienen un odio especial a la Iglesia: El Judaísmo –entendido como religión y no como raza– y la Francmasonería. Estos agentes no sólo actúan alterando el orden social, sino que con inaudita astucia lo hacen también en el interior del hombre, aliándose para ello con las malas tendencias del alma humana. Ellos ridiculizando las virtudes, y en cambio, estimulando los vicios humanos con el fin de exacerbarlos, encaminándolos hacia sus perversos fines revolucionarios. Muy bien lo pueden hacer, pues desde hace tiempo dominan los medios de comunicación y los partidos políticos. Especialmente trabajan para agigantar el orgullo y la sensualidad humana.

El orgullo es el vicio que se opone a la humildad. Socialmente el orgullo es la revuelta contra la jerarquía. Es la revuelta contra la armonía de la sociedad entera, al conducir a no aceptar a ningún superior de uno mismo. Incluso es algo todavía peor, es llegar un grado metafísico de odio, mediante la reafirmación de que la superioridad y jerarquía son malas per se. Es el principio perverso del Igualitarismo. Por su parte, la sensualidad es el vicio que se opone a la templanza. En el ámbito social supone derribar las reglas que gobiernan la sociedad –tanto reglas morales como normas disciplinarias. Se inculcan dos niveles de odio, primeramente la persona es inducida a odiar el someterse a un conjunto de normas justas –pues así no puede hacer las cosas malas que desea; y en un segundo nivel de odio se llega a rechazar cualquier tipo de regla y de norma, para alegremente proclamar la "Libertad" como un valor absoluto.

Astutamente, estos agentes de la Revolución se han servido del Protestantismo, del Liberalismo, del Marxismo y de otras sectas, para comenzar a instaurar –ya está aquí– el Reino de Satanás. La estructura de la Cristiandad medieval se basaba en tres clases: El clero (jerarquía de la Iglesia), la nobleza (jerarquía del Estado) y la clase plebeya (jerarquía de las sociedades intermedias). El protestantismo atacó a la primera, al clero, después la Revolución francesa fue la encargada de atacar a la nobleza. La última en ser atacada fue la clase plebeya, que tenía su propia jerarquía interna y estaba armónicamente configurada por la burguesía y el pueblo. Para ello la Revolución utilizó al Comunismo, que se encargó de destruir la diferencia que había entre la burguesía y el proletariado. El Comunismo se encargó también de derribar la moral, a la que consideraba peyorativamente "ser un subproducto burgués", y por tanto, digno de ser destruido. En el ámbito religioso-teológico el Liberalismo y el Protestantismo ya habían eliminado del pensamiento humano toda idea de lo sobrenatural, y el Comunismo (en su disfraz de progresismo y modernismo) se encargó de aniquilar todo atisbo de lo sagrado. Destruido el orden jerárquico de la sociedad, adulterada la filosofía-teología que ayudaba al hombre a pensar, y, profanada el código moral de leyes que permitían al hombre tener un buen comportamiento en la sociedad, el Cristianismo fue satánicamente conducido a la ruina.

En la década de 1960 el trabajo principal de la Revolución estaba ya hecho, apenas quedaba algo del Reino de Cristo. Bueno, quizás aún quedaba un pequeño reflejo de la existencia de un pasado sano, honrado y santo. Eran las buenas costumbres y tradiciones enraizadas en lo más hondo de las personas, de los familias, de las naciones cristianas. Por ejemplo, todavía estaban los buenos modales: el vestir con distinción y elegancia, la buena educación, la cortesía en el hablar, y el tener una buena conducta social. Este nuevo ataque llegó en el Mayo de 1968, lo que representó un cambio en el ser del hombre, arrebatándole la cortesía, la dignidad y la pureza. Substituyéndolas por una desenfreno de vulgaridad, mal gusto, costumbres soeces e inmorales. Esta revolución en las costumbres humanas estuvo acompañada del derrocamiento definitivo de cualquier forma de norma y de autoridad. Es famoso uno de sus eslóganes, "Prohibido prohibir", es decir, fuera la autoridad, fuera las leyes. Así la Revolución conducía a la sociedad hacia la anarquía absoluta, ante la alegría de Satanás y de todo el Infierno.
Asimismo, se expandieron por el mundo nuevas ideas, una nueva "filosofía", una nueva "estética", "arte", "música", "moral", "historia"... (deberíamos llamarlos presuntas, pues no son tales), en definitiva, un nuevo concepto de hombre y de sociedad que se llama Estructuralismo. Según el cual, un hombre ya no debe clamar por su propios y genuinos pensamientos, deseos y sentimientos, sino que, de ahora en adelante, debe compartir el pensamiento colectivo, o deseo, sentimientos, etc., de la unidad social elemental a la que pertenece. Uno debe pensar, desear, sentir, opinar, ... lo que los grupos tribales piensan, desean, sienten y opinan, ya sean estos, bandas, partidos políticos, o pequeñas células religiosas. Esto, llevado a la religión Cristiana, sería la base de las nefastas "Comunidades Cristianes de Base" que tanto han dañado a la Iglesia.

jueves, 21 de mayo de 2009

¿ un feto humano es persona ?


[Feto humano de 20 semanas]

 Vamos a tratar de aclarar que el feto humano no sólo es un "individuo humano", sino que es algo de muchísima más dignidad, una persona humana.

Aunque hoy día en el lenguaje coloquial se utiliza el término "persona" como sinónimo de "individuo humano", sujeto individual , el concepto de "persona" para el cristianismo –en donde se originó– incluye la importante característica de trascender la propia individualidad cerrada. En el caso de Cristo, como persona de la Santísima Trinidad, cuya naturaleza es divina, asume la naturaleza humana sin abandonar por ello la divina, y además Cristo es Persona divina no como individuo cerrado en sí, sino como una comunión de tres Personas en una única naturaleza divina. Durante mucho tiempo, se mantuvo en filosofía la definición de Boecio, "persona es la sustancia individual de naturaleza racional". En esta definición aparece la referencia a la auto-trascendencia, implícita en el término 'racional', entendida como apertura al todo, pero la categoría básica es la de "sustancia individual". Y falla, sobre todo, en su olvido de citar la relación de la persona con las otras personas y con el mundo, además de su dimensión corpórea, que sirve de medio entre las dimensiones interpersonal, social y cósmica. Para remediar esta limitación Ricardo de san Víctor caracterizaba a la persona por el "ex-sistere", el salir fuera de sí, el tener capacidad de referirse al otro. En esta misma línea, Duns Scoto relanzó la concepción referencial de la persona recuperando el valor cristiano de la relación como constitutivo del ser humano. Santo Tomás de Aquino afirma que, para el caso de Dios, ser persona significa ser relación subsistente, o sea, vivir el propio ser en sí (subsistencia), en el ser para/con/en el otro; vivir en el don recíproco.

En cierto modo, el concepto de persona implica la paradójica composición de unidad y de distinción, de comunión y de libertad, entendidas no como realidades antitéticas, sino como realidades coexistiendo y realizándose juntas, de modo directamente proporcional. El modelo trinitario nos permite comprender que la persona es tanto más ella misma cuanto más capaz es de comunión con los demás, y es tanto más libre cuanto más vive la comunión. Podemos decir, entonces, que el feto humano es persona en cuanto es sustancia racional individual, y en cuanto trasciende su individualidad poseyendo una coexistencia con su familia, siendo la madre la mediadora.

Imaginemos un robot futurista provisto de la más sofisticada inteligencia artificial, además que posea una extraordinaria movilidad y autonomía. Aún así este super-robot no tendría nada de persona ya que no es un ser racional. La racionalidad no significa exclusivamente ser inteligente o estar provisto de grandes capacidades intelectuales, pensamiento, etc. sino más bien en «poseer una capacidad inherente de realizar actos propios». Entendiendo por "actos", más que movimientos físicos –que pueden incluso estar ausentes– movimientos intelectivos y movimientos del alma. Pensar, discurrir, discernir, ... sí, pero también, sentir, amar, disfrutar, sufrir, desear, comunicarse con los otros, ... Por otra parte la "capacidad inherente" se refiere a que esa capacidad puede ser "en potencia". El feto se va desarrollando hacia el estado bebé, teniendo todas las capacidades inherentes, en potencia, de la persona, del mismo modo que una semilla de trigo posee la capacidad de llegar a ser una espiga de trigo.

 Pero ante todo, la persona está hecha a imagen de Dios. Y como tal, él o ella posee una dignidad intrínseca y un alma eterna. Todo ser humano, desde el momento de su concepción, es una unidad de cuerpo y alma (no una dualidad, cuerpo+alma, como creen los paganos). Y así como el alma no abandona al cuerpo cuando se encuentra durmiendo, así el alma no depende del funcionamiento completo y total de todos los sentidos y capacidades corporales.

* Un dilema moral para los pro-abortistas.

Los que no aceptan que el feto humano sea considerado una persona de derecho hasta su nacimiento, podrían considerar el siguiente dilema moral:

Un cazador observa algo moviéndose entre la maleza. Aunque no está muy seguro de lo que se trata, decide apuntar y apretar el gatillo de su rifle. Resulta que ha matado a otro cazador, y no un animal como él pensaba. Jurídicamente el cazador podría ser considerado culpable por "negligencia criminal", puesto que debería haberse asegurado con absoluta certeza que no estaba disparando a una persona.

¿ Por qué, entonces, a algunos que no conociendo con absoluta certeza cuándo el feto humano llega a ser persona, se les permite, sin embargo, disparar todo el proceso de matarlo sin ninguna consecuencia jurídica ?.
A aquellos que claman que el feto humano no es una persona de derecho hasta el momento de su nacimiento hay que decirles «pruébenlo; demuestren con absoluta certeza que el feto humano no es una persona hasta el momento de su nacimiento» . Mientras no lo puedan probar el aborto intencionado es una asesinato.

domingo, 17 de mayo de 2009

El combate a la ciudad católica



Hay en este mundo dos ciudades antagónicas –escribía san Agustín–, una la carnal fundada en el amor de sí mismo, y otra, la espiritual fundada en el amor de Dios. Cada una tiene su propio modo de vivir y su finalidad. La primera busca el gozo en este mundo, no así la segunda. La primera se gloría en sí mismo, en sus propias potencias, en sus logros, en sus conquistas, y en el dominio de las criaturas. La segunda si se gloría en algo es en conocer y comprender al Señor, y en practicar el derecho y la justicia en medio de la tierra. Las dos ciudades pueden coexistir mezcladas, aunque en algunos tiempos destaca netamente una sobre la otra. El destino final de los ciudadanos es asimismo completamente opuesto . A los de la ciudad terrena les corresponderá una eternidad de dolor tanto físico como moral, en cambio, a los santos de la ciudad de Dios les corresponderá la bienaventuranza eterna.

En este tiempo que nos toca vivir, gran parte del siglo XX e inicios del XXI, es evidente que impera la ciudad carnal. La ciudad de Dios alcanzó su plenitud en el siglo XIII, con la expansión de los monasterios, la proliferación de grandes santos y filósofos, la sociedad ordenada hacia Dios a través de la Iglesia... En el Magisterio de la Iglesia se entiende por "Ciudad Católica" a la Sociedad entera ordenada globalmente de acuerdo al plan de Dios. Así, por ejemplo, en el documento apostólico "Notre Charge Apostolique", del 25 Agosto 1910, el papa S. Pío X, rechazando la torpe idea de democracia cristiana de Le Sillon, escribe:

«No se edificará la ciudad de una manera diferente a como Dios la ha edificado; no se levantará la sociedad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar, ni la ciudad nueva por construir en las nubes. Ha existido, existe; es la Civilización Cristiana. Es la Ciudad Católica. No se trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar sobre los fundamentos naturales y divinos, sobreponiéndola a los ataques siempre nuevos de la utopía moderna, de la Revolución y de la impiedad. Omnia instaurare in Christo».

Así la Ciudad Católica es un ordenamiento total, completo y global orientado hacia el Bien. Cristo operando sobre las almas de los hombres, y a través de la mediación de la Iglesia, edifica la Ciudad Católica. Hombres y mujeres absolutamente cristianos establecen familias cristianas, una estructura económico-social cristiana y un orden político cristiano. León XIII en "Immortale Dei" nos recuerda que la Ciudad Católica fue una realidad en el mundo:

«Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En aquella época la eficacia propia de la sabiduría cristiana y su virtud divina había penetrado en sus leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la sociedad. La religión fundada por Jesucristo se colocaba firmemente en el grado de honor que le corresponde y florecía en todas partes gracias a la adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados. El sacerdocio y el imperio vivían unidos en mutua concordia y amistoso consorcio de voluntades».

No debemos confundir entre la Ciudad Católica y el Cristianismo (la Iglesia Católica). Esta última es indestructible, en virtud de la promesa de Cristo (Mt 16, 18). No así la primera, como ya ha quedado demostrado netamente en la historia. La Ciudad Católica es una realidad distinta y absolutamente separable de la Iglesia y del Cristianismo. La Iglesia es inmanente y trascendente a la Ciudad Católica. La Iglesia, aunque posea una organización perceptible de magisterio, gobierno y culto, en sí es una realidad mística que asistida por el Espíritu Santo prolonga entre los pueblos la presencia real de Cristo, y esto no es generalmente percibido por los ojos de la carne. En una sociedad secularizada, materialista y totalmente hostil a Cristo, la Ciudad Católica puede llegar a ser aniquilada, sin embargo, la Iglesia subsistiría en algunas almas viviendo en comunidad o aisladamente, así como sucedió en la Roma de los mártires o en la Rusia de Stalin, en la que sólo unos cuantos fieles continúan viviendo –penosamente y contracorriente– la Fe entre el total de la sociedad descreída.

El diablo y todas las potencias del mal guerrean incansablemente para destruirla. En su numerosísimo ejercito ondea una bandera con el lema "Revolución anticristiana", sus armas son las herejías y cismas, el engaño sistemático, la infiltración en toda institución civil y religiosa, la perversión de las costumbres, la impiedad, el materialismo, las modas indecentes, la pornografía, promoviendo todo un pensamiento, filosofía y arte corrompidos, una cultura de la muerte, y un adoctrinamiento en las escuela.

La guerra sistemática a la Ciudad Católica –así como a la Iglesia– está asociada al misterio de la Iniquidad. Tras la caída del hombre en el Paraíso, en la naturaleza humana anida la malicia, la cual emerge en sus acciones y sus obras. A esto se añade la actividad de los ángeles caídos (los demonios), que fueron rebeldes a Dios, por lo que la Creación se halla alterada por un elemento de perturbación y desorden. Dios crea el Bien, pero la criatura, eligiendo su propio y particular bien y burlándose del bien divino, introduce el mal en la Creación. Los demonios, también desde el principio del tiempo, andan induciendo a los hombres a pecar. Todo ello significa el mal operando por doquier, tanto en el universo físico como en el espiritual. Antes de la Redención, el hombre en este mundo se hallaba desorientado espiritualmente, inclinado a buscar los bienes sensibles y ajeno a los espirituales. De aquí surgen todos los pecados, de soberbia, de avaricia, de lujuria... El hombre era entonces esclavo del pecado –la verdadera esclavitud–. Cristo, Hijo de Dios, se encarnó en una Virgen y trajo al hombre la Redención, tal como estaba escrito en las profecías. Y, como también estaba escrito, la Redención hubo de ser realizada de manera cruenta, con derramamiento de abundantisima Sangre, combatiendo contra la inicua alianza que forman el pecado, el mundo y el demonio. Y Cristo obtuvo una total y definitiva victoria en este combate.

¿Por qué siguen actuando en este mundo las potencias del mal... si ya han sido derrotadas?. Es porque la guerra se prolonga en la Historia de la Iglesia. Cristo, como cabeza de la Iglesia, venció y ascendió a los Cielos, como primicia. Entonces, la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, permanece aquí para cumplir la misión encomendada, esto es, predicar el Evangelio a todo el mundo y bautizar a los que creyeren. En las almas de los cristianos, y globalmente en el seno de la Iglesia, se ha de cumplir el combate librado entre Cristo y Satanás por la conquista de las almas, cuyo valor es preciosísimo, pues una sola alma supera en valor a todo el universo. La Ciudad Católica comienza en las almas de las personas, cuando en ellas habita el Divino Espíritu y de allí se expande a la sociedad entera. Por contra, el diablo y sus esbirros tienen su propia estrategia, atacar a los pueblos como paso previo para ganarse las almas de los fieles. Es decir, se encargan de bombardear globalmente la Ciudad Católica, valiéndose para ello de ardides sociológicos, económicos, culturales y políticos dirigidos a minar –y luego reconstruir sobre las ruinas– sus perversos fundamentos socio-económicos, políticos, culturales, etc. Finalmente sólo les queda recoger su cosecha de almas enviciadas hacia el mal.