miércoles, 11 de noviembre de 2009

La Tierra está en el centro del Universo


La Tierra está en el centro del Universo


A muchos les sorprenderá la osadía de esta afirmación, pero los datos obtenidos por telescopios como el Hubble, sondas espaciales y otros experimentos de gran precisión que se vienen realizando desde el año 1990, así lo indican. La Tierra se halla en el centro de gravedad del universo, y lógicamente está inmóvil, pero, ha sido fabricado el paradigma intocable del heliocentrismo, el dogma oficial de la Ilustración, un engaño sistemático sostenido posteriormente por el naturalismo y el neo-positivismo en los siglos XVIII y XIX, por el círculo de Viena ya a principios del XX, así como por el neo-marxismo, el liberalismo, la masonería, el sionismo y toda la pléyade de ateísmos que se han extendido por el mundo durante el siglo XX. Un edificio demasiado ciclópeo como para ser derribado en un día. Para colmo, este engaño se presenta como una 'liberación' del hombre, o como una lucha entre David y Goliat, en el que el pequeño y débil (Galileo, Einstein,...) derriban al poderoso enemigo (la Iglesia católica), en una visión que las mentalidades inmaduras de los jóvenes son muy propensas a aceptar sin discusión. Algo muy distinto se revela cuando se analizan los datos históricos detenida y científicamente.

En los últimos quinientos años ha habido, en la historia de la ciencia, tres grandes intentos de lograr el viejo sueño del hombre mundano, a saber, liberarse de la 'tiranía' de Dios. El primero fue el heliocentrismo de Copérnico, el segundo la evolución de Darwin, y el tercero la relatividad de Einstein. Mientras el evolucionismo darwinista presume de mostrar que el hombre no es una especie privilegiada, el heliocentrismo presume de no estar situado el hombre en un lugar privilegiado. Estos son los pilares en que se fundamenta la visión del hombre moderno de nuestros días: un individuo de una especie surgida por azar, que se encuentra en un planeta perdido en el cosmos, con ninguna razón sobre su existencia más allá de las estrellas de las que cree haber evolucionado. Y además todo es relativo, incluida la moral, nada es absoluto. Cualquier científico moderno conocía intuitivamente que las tres hipótesis son inmediatamente falsadas si se encontrara a nuestro planeta Tierra inmóvil en el preciso centro del universo.

Haciendo un repaso histórico, comenzando en la época de Galileo, en 1610-1630, coexistían tres modelos para interpretar los movimientos celestes: (a) el sistema de Ptolomeo, en que la Tierra se suponía inmóvil y el resto de astros girando en torno a ella a través de epiciclos; (b) el sistema de Copérnico con el Sol inmóvil y los astros girando en torno a él a través de círculos; (c) el sistema de Tycho con la Tierra inmóvil, la Luna y el Sol girando en torno a ella, y el resto de planetas girando en torno al Sol a través de círculos. Cada sistema tenía sus ventajas y sus inconvenientes, por ejemplo, el sistema de Copérnico, además de una mayor armonía, en aquella época, podía dar una buena explicación del movimiento retrogrado de los planetas, sin embargo no podía precisar los movimientos planetarios. Si podemos hablar así, el más avanzado resultaba ser el de Tycho, pues, gracias a los innumerables observaciones que este astrónomo había realizado, las distancias estaban muy bien calculadas. Después, como es bien sabido, Johannes Kepler heredó los cálculos de Tycho, con los cuales llegó a determinar sus "reglas" planetarias que al final servirían a Isaac Newton a establecer con precisión las leyes matemáticas de la mecánica celeste. Lo que no dicen las biografías de Kepler es que éste 'astrónomo' (en realidad, era aficionado al ocultismo, adivinación, esoterismo...) trabajó con estos datos muy a la ligera. Primero, desoyó las palabras de su mentor Tycho Brahe, quien le había aconsejado no abandonar el geocentrismo. Kepler, por contra, adoptó el heliocentrismo e hizo, lo que él consideró, unas modificaciones precisas al sistema copernicano, o sea, estableció elipses para las órbitas planetarias, en lugar de círculos. Con estas modificaciones todos los datos astronómicos de Tycho cuadraban, lo que quizás desconocía Kepler es que haciendo modificaciones similares en el sistema Tychonico, los datos del propio Tycho cuadraban también. El asunto es que Newton aceptó sin discusión el sistema de Copérnico modificado con las elipses, el sol en un foco, y la ley de las áreas... y así la Ciencia comenzó su alocada carrera hacia la locura. «O Dios existe o estamos (los científicos) todos locos», según la frase atribuida a Einstein, pues bien, las dos premisas son ciertas, Dios sí existe, y la ciencia moderna es conducida por los científicos como Einstein, Hawking, ... a la locura absoluta.

Y es que ahora sabemos con certeza que la Tierra se halla en el preciso centro de gravedad del universo, y está inmóvil, sin movimiento de traslación en torno al sol, ni tampoco girando sobre el eje Norte-Sur, es el firmamento entero (éter + cuerpos celestes) los que realizan los giros acompasados alrededor de la Tierra, tal como fue mantenido por la Iglesia durante siglos. A muchos físicos la Relatividad y demás teorías físico-matemáticas nos sedujeron cuando éramos jóvenes, sin embargo, no fuimos conscientes del engaño y perversidad que se ocultaban dentro de la mayoría de ellas. Porque han sido confeccionadas con el intencionado objetivo de erosionar la verdad perenne sostenida por la Iglesia. También ha habido catedráticos y doctores de Física que hace tiempo descubrieron por sí mismos este engaño, o quizás tuvieron fuertes sospechas, sin embargo optaron por callar, al tener miedo a perder sus cátedras universitarias. Este silencio, que ha durado unos cuatro siglos, felizmente ha llegado ya a su fin, porque un teólogo católico se ha levantado y ha clamado la verdad. Me estoy refiriendo a Robert A. Sungenis Ph. D., que es presidente de la CAI (Catholic Apologetics Internacional Publishing), quien ha tenido la entereza de escribir, en colaboración del físico Robert Bennett, la exhaustiva obra de “Galileo Was Wrong, The Church Was Right”). Esta monumental obra puede adquirirse en la web de la CAI, siguiendo el link de arriba.

Se cuenta que Tycho Brahe ideó una prueba definitiva para establecer si es la Tierra o el Sol lo que se mueve: el paralaje estelar. Si se moviera la Tierra, al hacer dos observaciones de una estrella cercana, un determinado día y seis meses después, se la hallaría desplazada frente a las estrellas más lejanas. En aquella época no había la tecnología apropiada para hacer la comprobación, pero finalmente en 1838 fue Frederich Bessel quien encontró el esperado desplazamiento en la estrella 61-Cygn, lo cual fue considerado una prueba "definitiva" del heliocentrismo. Todavía hoy algunos lo consideran así, sin embargo el paralaje estelar no es una prueba a favor del heliocentrismo, porque Tycho Brahe consideraba el conjunto total de estrellas centradas en el sol, por contra el geocentrismo actual considera a las estrellas centradas en la tierra (sistema de Tycho modificado). Este sistema también explica perfectamente el movimiento retrogrado de los planetas, las fases de Venus, las estaciones, el péndulo de Foucault ... y cuantas "pruebas" aseguran tener los heliocentristas. Desde el año 2002 la CAI Publishing, a través de Robert Sungenis, otorga un premio de mil dólares a quien presente una prueba definitiva a favor del heliocentrismo. En ocho años nadie lo ha podido hacer, ni lo podrá... sencillamente porque no la hay.


Al analizar la radiación de fondo de microondas (CMB) se han hallado anomalías que contradicen el paradigma Big-Bang-Relatividad. Por ejemplo, en 2001 se lanzó al espacio la sonda WMAP que mapeó con precisión la radiación CMB, cuando se analizaron los datos se hallaron grandes sorpresas: a) Los datos no concuerdan con el Big-Bang, por contra, indican un universo más bien pequeño; b) Al parecer hay que descartar definitivamente la "inflación" (hipótesis de Guth y Linde); c) Los datos apuntan que nos encontramos en un marco privilegiado (ellos evitaron mencionar el tabú "centro del universo"). Y lo más sorprendente de todo, d) la forma más lógica del universo es la esférica, y en ella, al considerar los dos hemisferios más diferentes entre sí, resultaron ser ¡aquellos que están por encima y por debajo de la eclíptica!. Y además, dentro de este plano eclíptico, sorprendentemente ¡se aproxima al eje de los equinoccios!. En una palabra, la radiación CMB del cosmos es geocéntrica. A todo esto habría que añadir que la distribución de los quasares sólo tiene una explicación lógica, el geocentrismo (están situados en 57 bandas esféricas centradas en la Tierra). Pero no sólo los quasares, también la distribución de otros objetos celestes lejanos, como los Rayos X bursts, los BL Lacertae, e incluso las galaxias, tienen su explicación más lógica en el geocentrismo ("Los redshifts de las galaxias están agrupados y no concuerdan con la teoría del Big Bang, pues implican bandas concéntricas expandiéndose desde un punto central, la Tierra" – «Sky & Telescope, Agosto 1992»). A un nivel más local, más de mil estrellas binarias presentan su punto periastro más lejano que su apoastro, lo cual significa que el eje del sistema está apuntando hacia la tierra.

Y para qué continuar, aunque hoy tenemos un abrumador número de evidencias soportando el geocentrismo, la ciencia moderna -movida hoy por oscuros intereses- no reconocerá que la relatividad de Einstein fue precisamente inventada, y después sistemáticamente parcheada, para contrarrestar las docenas de experimentos llevados entre los años 1800 y 1900, que claramente demostraban que la tierra permanecía inmóvil en el espacio.